domingo, 25 de febrero de 2018

DOS POEMAS PROSTIBULARIOS

Phoenix

           Copio aquí dos composiciones de hace ya bastantea años, algo corregidas ahora, a las que no veo de momento, más que nada por su asunto, demasiado acomodo en ninguno de los tres poemarios en los que ahora ando.El lector juzgará.

                           I

Y entonces nos hablaban de sus hijos,
con el gin tónic del primer receso,
y así nos lo decían, entrecortadamente:
era, más que una confesión, yo creo
que un simple mecanismo, y bien elemental,
con que intentar exorcizar el miedo
sustantivo y difuso de sus vidas.

Confesaba una de ellas,
con el cifrado velo de no sé qué nostalgia
semiforzada…mira, estoy en esto
para ahorrar un poquito y ya volverme
a Canarias con mi niña… y el gesto
y el juego de ojos se le resolvían
en un mohín amargo
que afeaba un tanto los claros hollejos
de la mejilla…La otraallá en Brasil
no se vive muy bien…, ya tú sabes, mi amor
y la mirada se le iba, al tiempo,
a la mal ajustada
lámpara y al ahumado terciopelo
del hall de la entradita.

Mas hay, cómo decirlo,
algo como un cariño, ahora, en mi recuerdo
y en aquella ocasión, entre todos nosotros,
algo como un vislumbre
de una asordinada simpatía
que salva la distancia entre los dos momentos,
ahora y entonces,
entonces, cuando el cielo
destilaba un color de flujos seminales
y hosco añil de colada
y abajo, por la calle,
los rezagados coches de la noche
parecían marchar lejos, muy lejos,
ladrando a la alta luna, perdidos, desnortados,
enrabietados perros.


                       II


 Pues tienes que acudir, de vez en cuando,

a eso que gustaban nombrar las damiselas
de antaño --- y también más de uno de aquellos
melifluos confesores de la época
de tu abuelo--- de comercio nefando,
allí en donde, en apariencia al menos,
se ciega la raíz de todo daño.
De aquella ceremonia ---pagada con largueza---
solamente un picor
oblicuo y momentáneo es lo que queda,
un como leve brote
de dulciacibarado desencanto
pegado entre los pliegues
del corazón.
                   Y poco te consuela
que allí rija un dictamen
de bien pautadas órdenes y reglas
y el hecho, cierto, de que ni la farsa
parejil ni ninguna
suerte de conyugal coyunda o treta
te impida ni te vede la presunta delicia
de la muda pasión, el nudo trato y trote
tras la aún no ajada piel, verdad señera
que de los cuerpos brota
pura, sin ni razones
ni temor.
            Pero la cosa acaso
admita otras revueltas, y es quizá cómo el mito
eterno del eterno amor se te cuartea
igual por esa vía, y sus gayos caireles,
no sean más que añagaza y espantajo
que su revés esconden:
                                     la sospecha,
turbadora, de ti, y un frío pálpito
por dentro te corroe y tu moral arruina,
y no quieres saberlo,
mas él toca las cuerdas
de la razón:
                  es como un algo ajeno
olor a cal y colagua reseca,
a nieve ya embarrada,
al renegrido roce e inquietante tacto
del muy mellado canto de al fin la más barata
y caída de la mano
                              de todas las monedas.




martes, 20 de febrero de 2018

TANZ AUF DEM VULKAN



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Francisco Uzcanga Meinecke. El café sobre el volcán. Una crónica del Berlín de entreguerras (1922-1933). Madrid.Libros del K.O. 224 pp.

           Leo ahora casi de un tirón y sin apenas levantar la vista del libro este texto, recién aparecido, de este joven filólogo hispano-alemán, del que no tenía mayor noticia (aunque ahora me entero también de que es compilador y traductor, en edición de Acantilado de 2016 y bajo el acertado título de La eternidad de un día, de una antología de Clásicos del periodismo literario alemán, 1823-1932, que tiene muy buena pinta ) y que actualmente enseña en el Centro de Idiomas y Filología de la Universidad de Ulm. Se trata de una feliz amalgama entre crónica, reportaje y ensayo novelado, escrita con evidente soltura, distanciamiento irónico, bien procesada información erudita y no poco sentido del humor. Una serie ---doce---de tableaux ---uno para cada año entre 1922 y 1933---más un prólogo y un epílogo, donde son muy de agradecer tanto la información útil---en parte de sobra conocida y en parte no tanto--- como las numerosas anécdotas, algunas especialmente chispeantes, entre las que sin duda habrá, aunque esto no importe en absoluto, no pocas apócrifas o muy reinventadas. Un panorama, como reza el subtítulo, de la vida sociocultural de la metrópoli entre la inestable instauración de la República de Weimar y la llegada de los camisas pardas.

         Uzcanga ha tenido la ocurrencia ---y el acierto--- de tomar como referencia y apoyatura principal de su relato la clientela del célebérrimo  Romanisches Café, uno de los puntos neurálgicos de reunión ---había otros--- de la variopinta fauna más o menos bohemio-intelectual de la ciudad. Cada uno de los capítulos o cuadros nos presenta a uno o varios clientes del local en su actividad, amistades y relaciones, de modo que por aquí desfilan en rápida retahíla docenas de personajes, desde Alfred Döblin o B. Brecht  hasta Otto Dix o Else Lasker-Schüller, e incluso al final hay referencias a extranjeros como C. Isherwood, que recogía materiales para su Adiós a Berlín, o nuestros Chaves Nogales, que pasó unas semanas enviado por el semanario Ahora para cubrir la investidura de Hitler, o Josep Pla, a la sazón corresponsal de la Veu de Catalunya en la capital alemana. Extranjeros que, casi huelga decirlo, ya estaban lejos cuando llegó el momento de la quema, y ya se entiende que no solo me refiero a la de libros. A Pla que, como buen catalán, no daba puntada sin hilo, incluso le daría tiempo de echarse una novia berlinesa, Aly Herscovitz. Así de fácil:  Era judía, tenía la familia en Leipzig, establecida en el comercio (...) muy joven, no muy alta, llena, rubiales, ojos grises, dentadura blanca, poco preocupada de la manera de vestir. Había recibido una enseñanza y una educación muy buenas, dominaba el francés y el inglés y tenía una conversación agradabilísima (...) la conocí en un café, probablemente en el Romanisches Cafe, no lejos de la Kursfüsterdamm, la invité a cenar, aceptó, y al cabo de dos o tres comidas vino a vivir al piso donde yo vivía como realquilado.Lástima que la muchacha---y ese fue el horrible drama con el que muchos de los en esta crónica evocados concluirían sus días---acabara asesinada en Auschwitz. en la flor de su juventud. Ya en el prólogo se nos transcribe, para que el lector empiece a abrir boca, una observación sacada de los Diarios de ese fascinante escritor frustrado que se llamó Joseph Goebbels, observación que no se anda con demasiadas ambigüedades: Los judíos bolcheviques están sentados en el Romanisches Cafe y urden ahí sus siniestros planes revolucionarios; y por la noche invaden los locales de esparcimiento de la Kurfürstendamm y se dejan incitar al baile por orquestas de negros y se ríen de las miserias de la época.

        El librito comienza con una aguda semblanza del jorobado John Höxter---caricaturista y gacetillero, bohemio recalcitrante y también sablista profesional---- habitual del establecimiento. Como también era morfinómano y no se le conocía otro domicilio que el Café, tenía que inyectarse su dosis diaria en los retretes del garito. Los médicos estaban convencidos de que era la morfina lo que le había ocasionado la joroba. Uzcanga hace coincidir la comparecencia de Höxter de ese día con la fecha misma del asesinato de Rathenau, el 24 de junio de 1922, de modo que aprovecha para enfatizar hasta qué punto esa malhadada fecha acabaría significando el primer preanuncio del trágico destino que a través del asesinato del político judío esperaba al régimen de Weimar, que como es sabido se vio ya dinamitado desde sus inicios y sometido a una insoportable tensión. A Rathenau, tan admirado y respetado por su rigor ético, su sentido del deber y su casi inconcebible capacidad de trabajo como odiado por la derecha nacionalista a causa de su riqueza de cuna y su condición de judío, lo mataron dos niños bien pertenecientes a la llamada Organización Cónsul, que había surgido de los Freikorps y de los círculos conspiratorios de la extrema derecha, aquellos que con de la teoría de la puñalada por la espalda intentaban explicar la derrota de Alemania en la Gran Guerra.

        Pero me parece que por encima de las individualidades se sitúa el verdadero protagonista, que no es sino la ciudad misma. Ese Berlín que a mediados de los años veinte es la tercera metrópoli del mundo tras Nueva York y Londres. Con 4,2 millones de habitantes, de los cuales 300.000 son judíos y unos 400.000 rusos blancos exiliados ----entre los que andaba Nabokov, que por cierto no se tomó la menor molestia en aprender alemán, Berlín es el indudable centro de las vanguardias artísticas ---salvo quizá en el terreno del cine---y el privilegiado laboratorio de los experimentos políticos, desde los feminismos a la reivindicación homosexual, con el Partido Comunista y el movimiento obrero más numeroso y organizado de Occidente e incubando ya en sus calles los huevos de serpiente del monstruo hitleriano. Berlín es Berlin-Benzin,(Berlín -Gasolina) en expresión acuñada por Döblin, Berlín la ramera o Berlín Sodoma para la propaganda católica, nazi y de extrema derecha. La verdad es que alguna razón no les faltaba: Uzcanga anota que en aquellos años se podían calcular en la ciudad no menos de 150.000 putas y unos 30.000 chaperos. De ahí que cuando en 1927 Hitler nombre a Goebbels Gauleiter ( Jefe de distrito del Partido) de Berlín-Brandeburgo éste se apresure, emocionado, a consignar en su diario que se aplicará a fondo para conquistar para la causa esa deplorable ciénaga del pecado.

        Al final, ya se sabe, todo acabó como el Rosario de la Aurora: prácticamente todas las figuras aquí evocadas escaparían al exilio o, mucho peor, dieron con sus huesos en campos de exterminio,  fueron salvajemente torturados y asesinados (caso de Erich Mühsam) o no tuvieron otra opción que el suicidio (como Ernst Toller, Joseph Roth, S. Zweig o W. Benjamin). Nada de original, por lo demás tienen las consideraciones ---pp.191-199--- que Uzcanga dedica a las causas del triunfo del Nacionalsocialismo, pues se han expuesto mil veces y desde  múltiples perspectivas, aunque se agradezca el que aquí aparezcan tan sintética como ecuánimemente razonadas. En todo caso, no era necesario, toda vez que éste no es un libro ---ni lo pretende---de ensayo político, pero sí alcanza, y con creces, a ser ilustrador y divertido. Una palabra, para acabar, acerca del título que he colocado a esta reseña, que podría parecer gratuita pedantería: Tanz auf dem Vulkan ---el baile sobre el volcán---es una frase hecha y consagrada ya desde hace décadas en la historiografía y el periodismo alemanes para referirse a la situación del país en la época de Weimar. 














jueves, 15 de febrero de 2018

NUEVO RECORDATORIO DE AGUSTÍN



       

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              Comoquiera que, curioseando ayer por las Redes, me he topado con unos versos que Juan A. Negrete incluye en su blog, versos dedicados a Agustín, y en los que son muy de agradecer su notable buen tino y factura (del mismo tipo y carpintería de los que el maestro se medio inventó en su versión castellana de Ilíada, y ya años antes de ésta en su Endecha y en algunas otras piezas más breves), y comoquiera que ya va para seis años (Qué es el Tiempo?) que Agustín dejara este bajo mundo, pues me he acordado de cómo yo por mi parte también, transcurridas solo un par de semanas después de aquel óbito, me atreví a urdir unos versos conmemorativos que hasta ahora me habían quedado por ahí medio arrumbados. Los copio, valgan ellos lo que valgan y alcancen dónde alcancen, que de todos modos tampoco van a servir para aconceñar la nostalgia que de tu falta a todos los que te queríamos y admirábamos nos dejaste. Pues eso.















A él, que vivió de siempre
               contra el Señor,
                              y contra él
     alzara la palabra
             ---rosa de nadie---
con el dardo y el martillo
                             y el cincel,
en pos de un algo muy vago,
     de algo que allí, tan cerca
                  como tan lejos,
                            nos rebulle,
de un algo desde por donde
medioatisbarse pudiera
     un mundo nuevo, sí,
                           pero al revés,
                           dicen que a él,
a él mismo nos lo ha matado
de aquel Poder altidiota
                           la dura Ley;

dicen por ahí  que el gran Dios
de  insaciables colmillos
a él se nos lo ha llevado,
                          que  a traición
                          segó su mies,
como igual  nos llevará,
    matándonos en vida,
el día que así lo quiera,
         a nosotros todos
                         ay, también;

ah, pero es puerca mentira
de la firma hasta la cruz:
    desde el rugoso haz
                          al frío envés,
la idea del vulgo culto
                          que el Amo siembra
                                    por doquier,
y hay así pues que cantarla
                         ---pues mentira es---
                          en corro todos
     una vez y por siempre
                                    y otra vez;

     sí, pues que habréis  de ver
     cómo aquella patraña
se nos revela de frente
                                   y al bies:

y contarnos se nos deja
a modo de muy averiada
         loa del entremés;

                      y pues que, oídme,
          que no, que no pues,
que no hay ningún Dios que pueda
                    ---ni Dios ni Ley---
matarla jamás la vida
                    y ni Dios ni Ley
cuya música no pueda
a contradanza bailarse
                   o a contrapié,
y que  todo lo que en torno
                                   a ti ves,
ni es todo cuanto hay o hubiera,
                   ni es lo que es;

                   y por todo eso
                                   ---así pues---
pues tu estela y luz irradian
           maestro sabio y bueno,
                                   a cercén,
y tu voz suena en tus barbas,
tu saturniana sonrisa
                                   y en tu piel,
y por cima de lo vacuo
de toda futuridad
y  postrimería y estólida
                                  nombradía
                                  y oropel,
viva lo que  mucho vivió
           y ha vivido y vive
                                 siempre en pie,
sea lo que sea quien viva,
y lo que será y ha sido,
         o sería o fuera
                                  y era y es.





martes, 6 de febrero de 2018

POESÍA Y VERDAD

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Luis Landero. El balcón en invierno. Barcelona. Tusquets. 2014. 245 páginas.

          Recuerdo muy bien cómo hace años, cuando empecé a leer Juegos de la edad tardía, y cuando ya llevaba unas páginas, me iba dando cuenta de que el libro estaba sobradamente bien escrito y sin embargo, de modo poco comprensible, me resultaba aburrido y al mismo tiempo con un molesto aire de dejá vu, aunque no sabría decir muy bien por qué. Creo que lo abandoné antes de la página 100. Luego, cuando me decidí a leer Caballeros de fortuna me ocurrió, como entonces a tantos otros lectores (y cómo recordaba de sí mismo, en una de sus Bernardinas de hace cosa de tres años mi admirado amigo Antonio Castellote, al referirse a este mismo libro de que hoy tratamos) que no podía evitar que el autor me pareciera un esforzado discípulo-epígono de García Márquez y que, además, se le notara demasiado. En este caso sí que abandoné el libro a los primeros compases. Desde entonces he leído algunos artículos de Landero en la prensa, que no me disgustaron; recuerdo sobre todo uno, creo que en El País, sobre los grandes novelistas europeos del XIX, que me pareció excelente, de modo que pensé que Landero podría ser un crítico medianamente respetable pero un escritor del montón e incluso rayano en lo mediocre. Pero el otro día compré en una librería de saldo, por 5 euros, este balcón y, tras pasar unos deliciosos ratos con su lectura, ya no estoy nada seguro de aquel juicio, acaso tan injusto como precipitado.

         Y es que El balcón en invierno acierta a convocar, embellecida por el recuerdo, sin florituras ni rencor, sin ápice de sensiblería ni de cutrez y sin asomo de la siempre sospechosa self-pity, tanto el homenaje a los ancestros como la  memoria de la infancia campesina. Aquí tiemblan por doquier, delicadas y nobles tanto como sencillas---ah la sencillez, esa suprema dificultad del mejor arte--- la poesía y la verdad. El libro trata de revelar la prehistoria, o, mejor, los primeros  intentos de eclosión y epifanía del escritor futuro, ese muchacho --- hijo de campesinos extremeños emigrados a Madrid en los años del Desarrollo---en cuya casa no había ningún libro. Entendámonos: al escribir esto último no se piense que se me va la mano con la hagiografía barata o el entusiasmo populista, siempre tan de moda; todos sabemos que desde hace por lo menos siglo y pico un escritor puede nacer en cualquier medio social, de modo que no se trata del hecho en sí, que nunca pasará de anécdota, sino, puesto que hablamos del arte de la palabra escrita, del  cómo.


        Se trata de una prosa tersa, sabrosa, bien sopesada y medida en las pocas pero muy apropiadas comparecencias del viejo vocabulario rural ---ese importancioso de pág. 141 o ese miedo a que las ovejas se les pongan modorras o a que se les amollezcan las pezuñas de la pág 166---,  y con el encanto además, según creo, en no pocos pasajes, de hacer resonar las modulaciones y fraseo propios del relato oral, del contar de viva voz: repárese por ejemplo en la reproducciones por el narrador de algunos de los recuerdos de su madre o del tío Ignacio, pp 172-78.Y prosa que sabe adornarse también de algunos sobrios y bien dosificados implementos retóricos, como las enumeraciones de pie anafórico de las pp. 130 ó 166.  Las figuras tutelares del padre y de la madre, también la de ese estupendo personaje del primo Paco, están tratadas con tanta sabia ponderación como sofrenada ternura. El padre, aparentemente esquinado y huraño, que en vida solo había inspirado temor al niño y adolescente Luis, renace con otra cara mucho después de muerto, enaltecido por la lejanía y ya no maltratado por las impertinencias y rencores del muchacho que antaño había sido su hijo, aunque no es menos cierto que hubiera resultado poco verosímil que éste no se hubiese rebelado en su momento; y en cuanto a la madre, ella está aun ahí ( aún estaba viva en el momento de la redacción del libro, no sé si aún hoy: me gusta mucho conversar con mi madre, escucharla. Da gusto oirla hablar, pág 201).

        Por lo demás, no se concluya que Landero es tan ingenuo como para idealizar de algún modo el mundo de los campesinos pobres españoles. Sabe no solo que está irremediablemente muerto para siempre desde hace ya décadas, cosa que no tiene mayor mérito porque eso lo sabe hasta el más tonto: también sabe ---porque lo vivió--- de su brutalidad y de su fanatismo, de su ignorancia y su adulación para con todo lo que oliera a autoridad. Y acaso sobre todo sepa, y esto se me antoja lo determinante, hasta qué punto su vocación de escritor estuvo desde siempre demasiado ligada, por una bien lógica carambola--- y tengo que usar esa palabra hoy tan prostituida por la jerga turística--- la fidelidad a sus raíces.


jueves, 25 de enero de 2018

DOS POEMAS CIVICOS

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           Que el mundo es horroroso, probablemente mucho más que nunca antes en la Historia(claro que esa es Diosa en cuyo altar nosotros no quisiéramos sacrificar nada),parece cosa fuera de cualquier duda, excepto para los irremediablemente cínicos, los imbéciles o los  instalados. Pensando en ese fascinante mundo se fueron urdiendo estos versos que a continuación copio, y que valgan lo que valieren. Se me ocurre, ahora que lo pienso un poco, que puede que quizá algo tengan que ver, por lo menos en cuanto a su espíritu e intención, con aquello que antaño  entre nosotros, de manera harto inepta, poesía social. Esto lo digo un poco en broma; en fin que cada cual juzgue.

                                                                            
                       I

En medio del celebratorio circo
      de esta saciedad,
                                y en la insolencia grave,
      timorata y maligna
de los culpables fastos del hartazgo,
      nos hemos olvidado
                                       de la escanda, del mísero
cordel de lacerados, mendicantes
      en busca de una cura,
postrados ante el magno retablo milagroso,
      del hedor deprimente
                                        a hospicio, a la tristeza
ruin de las Casas de Misericordia,
      al alforfón hervido
contra la hambruna helada de la estepa.

       Reos de despilfarro,
vendidos al desastre de una definitiva
       derrota del espíritu,
                                   su pérdida abisal
por la depredación arrasadora
del desdichado mundo de los hombres.

      Y sin embargo, contra
                                           toda apariencia, sigue
       aún oliendo el pan,
                                      pero nunca el dinero.


                         II


Y tantas utopías hechas sangre
 por los delirios de una
                                          mesiánica vesania,
 y tantas nuevas eras
                                 ---años rojos o pardos---
abiertas en el sucio
barrizal de las nieves ucranianas, el cerco
de alambradas de espino,
el paño ennegrecido por el tifus,
los espasmos del vómito
y la asfixia en los trenes de derechos
raíles, que marchaban
camino al exterminio y al infierno.

Pasos broncos de botas de asesinos,
heraldos de un horror
                                  ominoso y siniestro.

Permanece la mustia careta de la muerte
en la fosa común
del lindero del bosque,
anónimos osarios
que cuelgan en el aire, como aves asustadas,
su tétrico reflejo.

Oh puertas del Edén,
de siempre clausuradas
                                     a candado y a rejo
acérrimo, brutal como el destino,
como el taimado rayo,
                                   como el inesperado
estertor abortizo de los Tiempos.


PERSPICACIA Y CRITERIO

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Susan Sontag. Cuestión de énfasis. Barcelona. Debolsillo. 2016. 424 pp. Trad. de Aurelio Major.

               Familiarizado desde hace años con los ensayos de la Sontag --- no de sus novelas, porque creo que no estuvo nunca muy dotada para la narrativa: en su día empecé con una de ellas, ya no recuerdo cuál, y a las pocas páginas se me cayó de las manos--- doy ahora con esta Cuestión de énfasis. Si bien el volumen que nos ocupa, que reúne ensayos, de muy variada factura y extensión, escritos entre 1982 y 2003 y aparecidos antes en muy diversos sitios resulta acaso de menor enjundia y resultados que otras recopilaciones que después de la muerte de la autora se publicaron en español (y estoy pensando ante todo en Bajo el signo de Saturno, Debolsillo, 2007, para no hablar de textos más unitarios y extensos que han llegado a adquirir casi la condición de clásicos contemporáneos, como Sobre la fotografía, primera edición inglesa de 1973, o La enfermedad y sus metáforas, de 1978, reseñada esta última  en su día en este blog ), no por ello deja su lectura de valer la pena, toda vez que aquí se encontrarán la misma penetración de análisis, lucidez e  independencia de juicio y, lo que es aún mejor, desentendimiento respecto de las a menudo estólidas e inanes categorías de la tradición académica. Glosaré algunos de los que me han parecido más sustantivos o menos de relleno o circunstanciales.

             La prosa de un poeta indaga, a propósito sobre todo de Brodsky y Mandelstam, pero también de Valery y Auden, e incidiendo en la diferencia y complementariedad  entre  "Prosa" y "Verso"---de límites cada vez más difusos, como se sabe, desde al menos la época de las vanguardias---, en la condición casi siempre tautológica y autorreferencial de las prosas de los grandes poetas. Otra cosa sería, se me ocurre, la crítica ensayística de autores como O. Paz o Eliot, que más que poetas---y esto parecerá a algunos una arbitrariedad gratuita o un sacrilegio-- tengo para mí que fueron ante todo grandes críticos, hommes de lettres que también hacían versos. Pero para los inicialmente citados, que entendieron sus escritos en prosa como un comentario o nota a pie de página de su poesía, aquella no constituiría sino una especie de autobiografía, de cómo definirse a sí mismos como poetas, esto es, precisamente de una mitología de la identidad  subordinada a la verdadera esencia, que es el poetizar mismo y su casi inevitable correlato de destino patético, y el intento de autodefinición ---más o menos triunfal--- de su yo respecto a las exigencias del mundo y de la vida cotidiana.

            Posteridades: el caso de Machado de Assis reivindica la obra de este escritor brasileño, hoy bastante olvidado, al que Sontag considera como uno de los más grandes y fundacionales de América latina, y analiza su Memorias póstumas de Blas Cubas, 1880, a la luz de sus insospechados paralelismos con el Tristam Shandy de Sterne. Ambos libros son autobiografías ficticias, irónicas y disparatadas, y en ambos predominan la continua digresión y el didactismo, pero el de Machado es aún más mordaz en su parodia y defensa de una soledad libremente elegida o emblemática y su liberación ---al fin problemática y ridícula---que da en una especie de parodia de la idea de ascenso o promoción en la escala social. De hecho la novela del brasileño podría considerarse precedente de esa tradición de bufonadas narrativas que Sontag lleva hasta Svevo ---La conciencia de Zeno y Senectud---y la estética de lo grotesco de Beckett.

           Una mente de luto se dedica a los libros aparentemente "narrativos" ---excluyendo Austerlitz---de Sebald, que para la Sontag se alzan, como una joya, por encima de lo insustancial, inane y alicorto de buena parte de la narrativa europea de estas tres últimas décadas . Y que vienen a constituir uno de los pocos proyectos literarios nobles. En los textos de Sebald un viajero- narrador cuenta, sí, al hilo de su continuo deambular, las pruebas de la definitiva muerte de la naturaleza, las devastaciones de la modernidad y el trágico destino de vidas arrumbadas en el abismo de la desdicha y el anonimato, pero lo hace con esa inimitable prosa oblicua, como en penumbra, donde se juntan la digresión erudita con el fogonazo poético, de la mano de un lenguaje denso, delicado, sumido en la materialidad, tipo de lenguaje del que había pocos precedentes en lengua inglesa y quizá menos aún en la alemana. Lo de menos es hasta qué punto la inclusión de fotografías y otros documentos falsos o falsificados impulsan o determinan el efecto de lo real  y si ese personaje ficticio al que el autor ha prestado su nombre corresponde o no con la persona real de Sebald, ese alemán que pasó casi toda su vida en Inglaterra y que murió trágicamente en plena madurez en un accidente de coche. Lo que cuenta es el espíritu de sus narraciones, esa conciencia inestable del narrador, esa máscara que sabe resolverse de modo magistral en la amplitud y sutileza de los detalles, y que Sontag cree hallar en una cierta tradición germánica que va desde Jean Paul hasta Grillparzer, Hoffmannsthal y Thomas  Bernhard, aunque Sebald carezca ---probablemente para bien---del tono de bronco lamento, de la desolación metafísica y la agitación mental de este último.

          La escritura en sí misma:acerca de Roland Barthes, uno e los más extensos y brillantes ensayos de este compilación, se consagra a este moralista, semiólogo, filósofo de la cultura, connaisseur de fascinante capacidad expositiva y proteico escritor autobiográfico que tantísimo predicamento e influencia tuvo en la cultura francesa ---y no solo---de las décadas centrales el pasado siglo. Sontag empieza sentando la idea de que Barthes se formó, empezó a modular su estilo en el rigor ético y analítico de la edad de oro de la NRF de la primera época, cuyos números devoraba ya en su época de estudiante.Lo más perdurable de Barthes acaso sea la manera en que revolucionó la crítica literaria: su temperamento formalista ---en esencia: que el crítico no debe intentar reconstruir el mensaje de una obra, sino su sistema, forma, disposición de sus partes---alcanzó a demostrar, por ejemplo, cómo obras tenidas por insípidas, torpes o reaccionarias podían llegar a ser secretamente subversivas (su modélico ensayo sobre el Sarrasine de Balzac) o cómo en ciertas obras o discursos, ciertos proyectos extravagantes de la imaginación lo en apariencia visible no hace sino velar su extremo opuesto. En Sade, Fourier, Loyola se ve cómo el delirio de total libertad sexual deviene en tiranía del más totalitario racionalismo y cómo, un poco al revés, la ilustrada racionalidad del utopista no escondía sino la desmandada pretensión de un delirio sensual. Y cómo, dicho sea de paso, aunque esto la Sontag no lo menciona, los Ejercicios de aquel obseso que se autotituló como soldado de Cristo recordaban inquietantemente el leninista El Estado y la revolución ---ya Octavió Paz se refirió varias veces, en expresión feliz, a los jesuitas como bolcheviques del catolicismo--- Por lo demás, la forma de escribir de Barthes, su prosa sembrada de fórmulas aforísticas y epigramáticas, su regodeo en el fragmento,a la vez que  no deja de hundir sus raíces en una secular tradición francesa que se remonta por lo menos a Descartes y a los moralistas del XVIII a la manera de La Rochefoucauld, se integra en esa otra tradición, más amplia, de lo antisistémico o antisistematizador,  que viene de Nietzsche y Wittgenstein y que opta por el cultivo de formas antilineales de narración, por la destrucción de toda "historia" y el abandono de un argumento reconocible (que según la Sontag también se da en Gide). En Barthes, esa fórmula divagativa que diluye las fronteras entre el ensayo y la ficción cuaja ejemplarmente en su última época, en Roland Barthes por sí mismo y en ese libro inolvidable que es Fragmentos de un discurso amoroso (permítaseme la intromisión personal de decir cómo recuerdo todavía lo que lo leí y releí, hasta seis veces, de veinteañero, presa además de una desventura pasional), donde resplandece lo mejor de su legado: por encima de lo trágico de nuestra condición, por encima de los sentimientos y de los mensajes, debe quedar la relación festiva con las ideas, la feliz colusión de arte y placer.

          Más breves, Danilo Kis y El Ferdydurke de Gombrowicz son sendas y agudas notas sobre dos escritores raros ---Steiner los hubiera calificado de extraterritoriales---y a la vez  radicalmente distintos entre sí: Si para el primero ---el texto está escrito a raíz de la temprana muerte del serbio--- la geografía fue un destino, en el sentido de que su obra no se entendería si se hace abstracción de las peculiares circunstancias de su biografía, en el segundo un destierro casual y no querido que acabaría prolongándose toda su vida dio inesperadamente en un espléndido enriquecimiento y amplitud de perspectivas. Recuerdo haber leído que Gabriel Ferrater lo consideraba, quizá por haberlo traducido, el más original y desinhibido escritor de las décadas centrales del XX. Aquí se lee Ferdydurke como uno de los libros más vigorizantes y directos sobre el deseo sexual  jamás escritos (pág. 132).....y sin escena explícita erótica alguna. Es más, Sontag considera Ferdydurke como el más cabal anti Caroll: si en la historia de Alicia una niña se ve arrojada a un mundo subterráneo, asexuado y fantasmal, gobernado por una lógica fantástica pero implacable, en el relato del polaco, puesto que la inmadurez era el más querido de los temas de Gombrowicz, la persona adulta convertida en colegial se lanza alborozada a nuevas libertades pueriles para el deseo sexual ---imaginado, no consumado---, la provocación ofensiva y la inconsciencia para con lo vergonzante.

          El breve ensayo dedicado a Rulfo incide más en la enigmática personalidad del escritor mexicano que en lo que pudo suponer su Pedro Páramo y la Carta a Borges, escrita en el décimo aniversario de la desaparición del maestro porteño, es una  hermosa declaración de admiración, el escritor al que más deben todos los escritores que vinieron después....donde no deja de prevenirle para que se guarde, desde el más allá,contra la legión de sus imitadores.

          De la novela al cine: Berlin Alexanderplatz de Fassbinder es quizá el texto fundamental de los no estrictamente literarios (con el titulado Un siglo de cine, en donde pasa revista a las transformaciones de este medio desde sus inicios hasta acabar en el, a su juicio, actual impasse empobrecedor por las imposiciones de una industria sin escrúpulos y la reducción, en la pantalla, a una serie de imágenes agresivas). El dedicado a la desmesurada adaptación fílmico-televisiva de la novela de Döblin parece más meditado y circunspecto.Empieza razonando por qué adaptar novelas al cine ha sido desde siempre una práctica respetable, aunque con resultados a menudo decepcionantes, y sin embargo la novelización de una película parecería absurdo y aberrante. Y a continuación considera la adaptación  de Fassbinder a la luz y en paralelo a la que hiciera Stroheim de la novela McTeague del escritor californiano de fines del XIX  Frank Norris y que llegaría a la pantalla como  Avaricia. Por desgracia desconozco la novela y no recuerdo ahora haber visto la película (aunque sí la de Fassbinder, hace poco: maravillas de Internet), de modo que poco podría por mi parte decir al respecto. Pero no dejan de llamarme la atención los nítidos paralelismos argumentales que Sontag ve entre las novelas de Döblin y de Norris, aunque con notables diferencias en los métodos de narración de Fassbinder y Stroheim. Este siguió la novela casi línea a línea, en tanto aquel optó por una estructura más libre, discontinua, con muchos saltos atrás y muchas capas de anécdota y comentario, además de las secuencias claramente oníricas o fantasmagóricas de los delirios de Biberkopf. En todo caso, lo meritorio en Fassbinder radicaría en haber alcanzado a reproducir, con la inestimable ayuda de la excelencia de los actores--- Günter Lamprecht, Barbara Sukowa o Hanna Schygulla bordean la perfección----y la grandiosidad de los decorados de época, la rara intensidad meditabunda de la novela de Döblin y su descarnada desolación existencial.

         Entre los ensayos que conforman la última parte del libro considero de lo más reseñable (pp. 327-34) el muy apretado Treinta años después, que viene a constituir un esbozo de lo que sería autobiografía espiritual, escrito además con gran sentido de la decencia y honestidad intelectuales, sobre todo en lo que se refiere al reconocimiento de algunos rasgos de ingenuidad en su primer libro Contra la interpretación, según ella no exclusivamente achacables al hecho de que lo escribiera muy joven. El texto trasluce un sereno desengaño--- acaso el que proporciona el ir cumpliendo años----puesto que al fin y al cabo los sesenta del siglo pasado ya no se parecían nada a los noventa.....para mal. El triunfo de la  llamada globalización y de las formas más salvajes de capitalismo no da para muchas alegrías, y ya solo queda el ir balanceándose entre los dos polos de ese sentimiento peculiarmente moderno que se dejan llamar nostalgia y utopía. Utopía y nostalgia para soportar eso  que me parece que con sumo acierto ella considera como más definitorio del espíritu de nuestra época, que no es sino Nihilismo--- recuperando adrede el término de Nietzsche ---y Barbarie. El texto es de 1996, y en estos últimos veinte años la cosa no ha hecho más que empeorar: ¿qué hubiera sentido y pensado Susan Sontag, que murió en 2004, de tan tremebundo fenómeno como Donals Trump, por ejemplo? Seguro que, de poder observarlo un segundo, volvería a bajar apresuradamente a la tumba.
      

viernes, 19 de enero de 2018

UN SECRETO ALGO DECEPCIONANTE


Resultado de imagen de STEFAN ZWEIG FOTOS DE SUS LIBROS



Stefan Zweig. Ardiente secreto. Barcelona. Acantilado. 2017.Traducción de Berta Vías.121 pp.
------------Brennendes Geheimnis, pp. 7-85 de Meisternovellen. Frankfurt. Fischer Verlag. 2016.

                La historia ocurre, como no podía ser de otro modo, en un balneario centroeuropeo y en esa peculiar belle epoque  que hubieron de constituir los años inmediatamente anteriores a la Primera Gran Guerra. Allí coinciden, cada cual por su lado, una atractiva y elegante señora, esposa de un abogado vienés, acompañada de su hijo de trece años, y un joven aristócrata y alto funcionario que ha aprovechado su atractivo entre las mujeres y sus bien engrasadas maneras mundanas para convertirse en seductor profesional. A la espléndida disección anímica de cada uno de ellos, a sus ilusiones, inseguridades y miserias, se une la muy sabia y bien dosificada progresión de la trama con sus fintas y recovecos, que acabará en el quiebro último, pensado sin duda para  la gracia de precipitar un final que ni es el que espera el lector ni el que parecería desprenderse del preliminar anclaje y juego entre los tres personajes.Ante todo por la metamorfosis operada en Edgar, el muchacho, cuya maleable ingenuidad infantil acabará trocándose en una racionalidad fría y seca puesta al servicio del ansia de venganza y una capacidad de reacción que lo sitúa en los bordes mismos de una personalidad tiránica y no exenta de subrayados perversos.....para cambiar de nuevo en la conclusión de la novela. Y es que el secreto del título no es solo el de la liaison adúltera ----paradójicamente no consumada--- que el chico no deberá revelar a su padre, sino también, de modo ambiguo, el del comportamiento final de aquel, que hace lo contrario de lo que cabría presumir.

            Comparece aquí, pues, casi toda la panoplia de las pasiones humanas, el narcisismo, los celos, la venganza, la humillación y el entusiasmo, operando todas por debajo de la máscara teatral que envuelve la comedia de las tres criaturas. Mathilde esconde, tras su orgullo de casta, su secreta infelicidad y la duda que la atormenta; el Barón se parapeta en su desenvoltura mundana para ocultar su hastío y su vacío moral; el adolescente Edgar se debate en la tensión ente sus ansias de crecer, sus prisas por ser adulto y acaso también la peculiar servidumbre de su fijación edípica: me parece que a la contextura espiritual del muchacho, tal como aquí se la pinta, no le son en absoluto ajenas las teorías freudianas, que Zweig tenía en no poca estima.

           Lástima que, por lo menos para mí, el inesperado final del relato acabe condescendiendo con un moralismo blandengue y buenista, donde la aceptación del más rancio convencionalismo burgués aparece aderezada, para más inri, con algunas observaciones que se dirían propias de cura director de ejercicios espirituales. Y tal salida defrauda, por mucho que  con ello no quede en absoluto desactivado e inoperante el encanto que había presidido la mayor parte de la novelita y por mucho que Zweig demuestre ser agudo conocedor de los vedados engranajes del corazón y en particular de los del alma femenina. No habría que considerar ésta a mi juicio la mejor de sus novelas, pues no alcanza la cerrada perfección de, por ejemplo, Carta de una desconocida o de la  Novela del ajedrez, leídas en español hace ya años, incluídas ambas en en la recopilación de la Fischer y que pienso intentar leer en alemán y acaso ocuparme de ellas en una futura entrada de este blog. Todavía el otro día pasé un gratísimo rato volviendo  a ver la versión cinematográfica que de la primera de ellas hiciera en 1948 Max Ophüls, con Joan Fontaine y Louis Jourdan, uno de los más sensibles y delicados melodramas que he encontrado en el cine.

             Algunas observaciones respecto a la traducción. La de Vías me ha parecido en general excelente, y cumple con creces lo que debe exigirse a una buena traducción literaria: hasta tal punto ha sabido la traductora reproducir en español tanto las sutilezas y sinuosidades de la prosa de Zweig como la resonante sombra connotativa de las palabras, sin desatender nunca la casi continua ironía subyacente. Podría observarse si acaso que, en su afán de precisión, caiga alguna vez en lo que habría que considerar como esa  peculiar forma de amplificatio ----y no me refiero, claro está, al problema de ciertos pronombres personales y posesivos, donde aquella es inevitable al carecer algunas de esas formas en español de variación de género--- en que, sin desvirtuar ni violentar el sentido, se  dice en la lengua terminal algo que en el el texto original literalmente no figura, pero que ya el lector mínimamente avisado sobreentiende sin esfuerzo alguno. Así (p. 36 de la ed. española y 25 de la alemana) trollte er sich in del Gängen herum, sobra el último complemento en español al verter:  anduvo errando por los pasillos del hotel,pues es en un hotel donde están los personajes y donde se desarrolla toda la acción. Algo parecido ocurre una página anterior : Dass sein Bemühen bei dieser Frau nicht vergeblich sein würde, hatte viel Wahrscheinlichkeiten, que Vías convierte en Tenía muchos motivos para creer que sus esfuerzos para conquistar a aquella mujer no serían en vano, donde parece ocioso el para conquistar cuando hubiera bastado con aquella mujer; además de que el equivalente más preciso de Wahrsscheinlichkeiten es probabilidades, que por lo demás se adapta perfectamente al contexto y hace redundante y un tanto gratuito el motivos para creer. Pero son de todos modos cuestiones de tono menor que, como sugerí más arriba, en nada desmerecen la excelencia de la versión.