domingo, 14 de febrero de 2016

DEL LUMINOSO RESTALLAR DE LA INTELIGENCIA






Gabriel Ferrater. Noticias de libros. Barcelona. Península. 2012. 320 págs.





            Hace tres años y pico, en el otoño de 2012, se reeditó ---la primera edición, algo más reducida, la  hizo en 2000 el mismo sello editorial---este espléndido libro, en verdad una joya de inteligencia y pasión, que casi lo reconcilia a uno para siempre, olvidándose de tanta morralla como circula por ahí, con eso tan a menudo vagaroso y delicuescente que se ha venido llamando crítica literaria. Leyéndolo (a la semana de la primera lectura no pude menos que releerlo), he notado una especie de paladeo, ese, tan inequívoco y tan relativamente insólito, que deja en la boca el delicioso regusto a admiración y enriquecimiento y que, además de traerme a la memoria el que ya experimenté con Escritores de tres lenguas, 56 ensayos breves sobre otros tantos escritores que Ferrater redactara a fines de los cincuenta y principios de los sesenta para una nunca nacida enciclopedia de Literatura universal que proyectaba una editorial barcelonesa y que editó Empuries en 1994, me llevó a pasarme entera la tarde de ayer volviendo a leer ----y a sentir, como decía con algo de cursilería Juan Ramón Jiménez---buena parte de los memorables versos de Les dones i els dies.

          
Bien. Se trata ahora de 225 textos breves ---entre veinte líneas y cuatro páginas y media---divididos en tres secciones. Incluye la primera 23 informes, redactados originalmente en castellano entre 1961 y 1964 por encargo de Seix Barral, bloque al que se añaden, en apéndice, dos textos más sobre sendas obras de Cristopher Caldwell, redactados en catalán en 1965, y una larga carta a Jaime Salinas, que es en realidad una aguda y minuciosa noticia crítica sobre las traducciones españolas de Dashiell Hammett encargada por Alianza Editorial. La segunda agrupa 105 informes que Ferrater hizo, en inglés salvo diez que redactó directamente en alemán, para la Rowohlt Verlag de Hamburgo entre 1963 y 1964. La tercera, 96 informes que el autor hiciera en los dos últimos años de su vida (1969-1972) redactados en catalán también para Seix Barral justo cuando su hermano Joan ocupaba la dirección literaria de la editorial. Hay que decir que tanto la traducción al español de los textos no castellanos (debida a  Domingo Ródenas) como el prólogo (de Javier Aparicio Maydeu) me parecen espléndidos y no vienen sino a subrayar aún más, si es que tal cosa hacía falta, la excelencia del libro.



       Yo solo conozco una pequeñísima parte de los muchos libros y autores que Ferrater analiza, pero les aseguro que se aprende mucho leyendo estas reseñas (tanto al menos como se constata lo muchísimo que uno ignora). No creo que llegue ni al 3% de los aquí considerados los libros que el autor elogia (entre ellos, por citar alguno de los que yo sí he leído, Tiempo de silencio, así como El siglo de las luces de Carpentier) y aun así con no pocos matices y  prevenciones, pero lo que es más cierto es que cuando destroza o destripa un libro (y aquí hay de todo, desde meros productos de propaganda hasta la aberración de un lunático, la cagadita de un ignorante pretencioso o la pedantería narcisista de cualquier adicto al name-dropping) lo hace con más que sobradas razones y conocimiento de causa.





        Libro que, ya digo, constituye ejemplo eximio de capacidad crítica, de poder de discriminación y de claridad, de olfato infalible para las influencias y filiaciones ---y sobre todo para los plagios---y exactitud y claridad expositivas, adobado todo ello ---  además de situarse en los antípodas de toda pedantería--con una cultura en verdad enciclopédica. Qué diferencia con muchísimo de lo que rueda (ya entonces, y más hoy) por ahí, cuando cualquier cantamañanas semianalfabeto se permite perorar, en la prensa, en los libros y en la red, sobre cualquier cosa.  Enfrentado, como lector editorial, a la prueba de fuego del embarras du choix, de la dificultad de elegir, da Ferrater sobradas pruebas de lo competente y concienzudo de su trabajo, de la seriedad con que se lo tomaba y, en fin, de la hondura intuitiva y del certero sentido del matiz que adornaba su prodigiosa inteligencia moral, amén de su inmarcesible honestidad intelectual, que le lleva, por ejemplo, a reconocer que no se siente suficientemente versado en el asunto del libro que comenta (unas cuantas veces solo, y aún da la impresión de que es excesivamente modesto consigo mismo) o a dejar constancia ---como en 168-9, reseñando un  ensayo de Paul Roubiczek sobre los antecedentes digamos ideológicos del nazismo-- tras haber señalado las lagunas, incoherencias y candorosa ingenuidad del autor de que tiene respeto por la honestidad del profesor Roubiczek.  Es un cristiano declarado, pero, salvo quizá cuando trata de Nietzsche, nunca utiliza con sus temas malas artes, lo que es más de lo que puede decirse de muchos cristianos.
              Por no hablar de un sentido del humor y una capacidad para la ironía (por doquier, casi en cada página)  a menudo demoledores, hecho que convierte esta lectura en particularmente desternillante. Se podrían citar docenas de ejemplos, pero basta con una breve muestra. En la pág. 226, ante algo que pretende ser nada menos que una biografía del Che Guevara, debido a unos llamados Beckovic y Radovic: "Estos dos autores con nombre de pareja de clowns se han reunido en este librito para hacer honor a su nombre. La primera parte es una especie de guion televisivo (ese es el oficio de los dos hombres) que se titula Che como se podría titular steoptrococus, porque del Che solo hablan en una escena y con tanta oportunidad como del estreptococo", para acabar concluyendo "En Estados Unidos parece que esto es un arma de guerra fría (¿de cuánto era la subvención de la CIA?). Aquí ya tenemos La Codorniz. En la 226, comentando una novela histórica, L`Empereur Julien, del francés Benoist Méchin, y tras señalar los anacronismos forzados y la escandalosa impericia técnica del autor, con, por ejemplo, reproducción de discursos directos en escenas a las que nadie ha asistido, amén de una lengua de fotonovela cursi y la repetida explotación de los recursos más manidos de la novela histórica (de la mala, se entiende), acaba refiriéndose al pasaje del libro donde se habla de que el ejército de maniobra de los partos era muy temible porque lo componían cavaliers émérites; escribe al final Ferrater: "¿Es que a lo mejor habían pedido el reingreso después de la jubilación?. Y los caballos, ¿también eran jubilados?" En la 35, a propósito de una novela, Within and without, de un tal John Harvey : "Una estúpida novela comercial, de base pornográfica y estilo truculento, plagiado de James M. Cain". En la 144, sobre una especie de antología de literatura "simbolista" (y Ferrater casi prefiere no imaginarse lo que el autor puede entender por tal cosa) titulada Le miroir du merveilleux,  debida a un señor llamado Pierre Mabille, anota "Si tomamos primero lo del simbolismo, es necesaria toda la ingenuidad de un escritorzuelo francés para encontrar algún valor simbólico en el texto de Erskine Caldwell que dice lamedura de coño y significa lamedura de coño y ahí no hay más que eso". En la 66, a propósito de un ensayo antropológico sobre la cultura de unas islas del Pacífico de una dama americana, Elsa Blakely, se cita un aserto del texto --- "Y aunque el divorcio era frecuente, no existía la infidelidad marital"---que Ferrater apostilla con la estupenda verónica de "Me gustaría conocer el fundamento de esa expectativa tan encantadora". En la 122, sobre una novela, My earth, my sea, de Edmund Gilligan, tras haber tildado el producto literalmente de "basura, basura y además basura invendible", se desahoga con "La cosa solo podría interesar a una solterona soñadora para la que los chicos son solo animales de compañía ansiosamente deseados".  Un libro, en fin, de los que valen lo que pesan y de ,los que merecen mil veces leerse. Se lo recomiendo a cualquiera.