miércoles, 26 de junio de 2013

COMPENDIO DE TODOS LOS HORRORES


Paul Preston. El Holocausto español. Odio y exterminio en la guerra civil y después. Debolsillo. Barcelona. 2013

       Desde luego no siempre se tiene estómago y ganas de echarse al coleto estas 859 páginas ---incluídas, eso sí, más de doscientas entre puntillosas notas, mapas, fotografías y muy completo índice alfabético--- que el historiador e hispanista británico Paul Preston ha escrito acerca de la represión en la retaguardia de ambos bandos, esto es, de las decenas de miles de muertos lejos de los frentes, en nuestra Guerra Civil y en la inmediata postguerra ( o no tan inmediata, porque es sabido que, si bien los asesinatos, por fusilamiento, hambre y palizas en la cárceles, siguieron hasta mediados de los cuarenta, los últimos maquis no fueron abatidos hasta los sesenta) . Aunque a los familiarizados con la Guerra Civil no les va a reportar novedades importantes, lo cierto es que resulta de lectura harto provechosa y no poco edificante--- insisto, si se tiene cuerpo para ello---, y más hoy, en que destacados plumíferos y propagandistas de la derecha no se recatan en justificar la carnicería del 36 o de culpar de lo sucedido a los extremistas de siempre.
       Preston remoza, criba, matiza o acepta, como es lógico, investigaciones previas, y en este sentido el libro es deudor de los grandes estudios que se han sucedido sobre la Guerra del 36, desde las ya viejas y pioneras de Brenan o de Thomas, que bien recuerdo haber leído, prestadas y aún en ediciones clandestinas, allá en mi adolescencia, gracias a la generosidad del viejo abogado zamorano Don Jesús Barba, hasta las más recientes ---pienso en la espléndida de Antony Beevor, publicada en español en 2005---Y ya que cito a Beevor, hay que decir que aquí no se encuentra, como en su admirable monografía Stalingrado,que se lee como una fascinante novela, aliento trágico alguno; no, aquí se está ante una simple, gélida acta notarial de un enorme cúmulo de atrocidades. Atrocidades por lo demás ya suficientemente contadas y sabidas, solo que aquí el repertorio es más vasto y omnicomprensivo, pues da la impresión de que Preston ha aprovechado todas las fuentes disponibles hasta el momento.
       Lo primero que hay que agradecer al historiador inglés es su prosa ágil y ceñida, tan libre de digresiones innecesarias como ---hasta donde es humanamente posible, claro---de anteojeras ideológicas: si acaso, cabe reprocharle cierta animadversión, dificílmente disimulable --- común, no sé por qué, a casi todos los investigadores anglosajones--- hacia los anarquistas. Y hay que agradecerle también que el libro parta, ya desde el prólogo, de un par de consideraciones previas, que todo el mundo sabe pero que no todos mencionan: primera, el convencimiento y la certeza, en el subconsciente  de la oligarquía española de los años treinta, de que las clases populares, y en particular el proletariado rural andaluz y extremeño, constituían una especie de populacho infrahumano, asalvajado y bestial, que por consiguiente merecía ser tratado como animales --- y en estolos testimonios y citas textuales aportados por Preston son abrumadores y no dejan lugar a dudas---; y segunda, la extrema importancia, a menudo infravalorada, de las fuentes intelectuales de la rebelión del 18 de julio: la fanfarria paranoica de la conspiración judeo-masónica-marxista que se proponía conquistar y destruir Occidente empezando por España, y que la derecha española venía manejando desde atrás, desde Donoso Cortés y todo el reaccionarismo decimonónico, pero que se actualizó obsesivamente, en manos de Albiñana, Cortés Cavanillas, el cardenal Herrera Oria o el cura Tusquets, entre otros, con la caída de la Monarquía (de hecho, la instauración de la República vendría a ser el primer capítulo de aquella  conquista.) Ni que decir tiene que tanto esta orientación ideológica como aquel arraigado convencimiento contaban, por lo que pudiera pasar, con el oportuno brazo ejecutor, la oficialidad africanista, entusiasta del terror redentor y de la tierra quemada, de donde saldrían los Mola, Franco, Yagüe y compañía.  
       Las cifras de muertos por la represión que Preston da, tras profusa casuística y mucha consideración ponderativa, porque hay aún comarcas para los que no se tiene data alguno (y cabe la posibilidad de que nunca los haya) ascienden a en torno a 40-45.000 para la retaguardia republicana y en torno a 130-160.000 para la franquista ---que son parecidos a los que aportan Beevor y otros autores--Claro que hay que tener en cuenta que con la determinante salvedad de que, como es bien conocido, mientras que en el bando franquista el exterminio fue desde el principio planificado y organizado desde arriba (ya declaraciones de Mola meses antes del inicio de la rebelión son inequívocas al respecto, y muy pocos días después del 18 de julio aleccionó  a los alcaldes de Navarra, carlistas en su mayoría, de esta guisa: "Hay que sembrar el terror...hay que dar la sensación de dominio eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todos los que no piensan como nosotros. Nada de cobardías. Si vacilamos un momento y no procedemos con la máxima energía, no ganamos la partida. Todo aquel que ampare u oculte un sujeto comunista o del Frente Popular será pasado por las armas" (pág.253), en el republicano respondió a explosiones espontáneas y brutales de cólera largamente reprimida desde la provocación y la violencia legal del Bienio Negro, que liquidó expeditivamente todas las pequeñas conquistas y reformas de los gobiernos azañistas de 1931-33 y reprimió salvajemente la rebelión de los mineros asturianos, explosiones de cólera (así por ejemplo el episodio de la cárcel Modelo madrileña los primeros días de la guerra y la posterior proliferación de checas y patrullas de control) que las autoridades republicanas intentaron desde el primer momento contener,  si bien las más de las veces en vano.
      Los cap. 1 al 4 (pp.29-190) historían los origenes del odio y la mentalidad de exterminio del enemigo que fue tomando cuerpo y permeando toda la sociedad española desde la proclamación misma de la República, con la explosiva situación en el campo andaluz, la sistemática provocación de la derecha desde al menos 1933, la progresiva desesperación de los desheredados (¡ Que os dé de comer la  República¡), la radicalización imparable de la CNT y de una parte del PSOE y la conspiración, ya rampante y sin marcha atrás, de buena parte del generalato y de los dirigentes de la extrema derecha, de Calvo Sotelo a Gil Robles o a Primo de Rivera.
      Las pág. 193 a 457 (cap.5 a 9) remiten, ya iniciada la contienda, al terror impuesto por Queipo ,Yagüe, Castejón y su Columna de la Muerte, el capitán Díaz Criado, el aristócrata Mora-Figueroa y otros en Andalucía y Extremadura (renuncio a transcribir ni uno siquiera de los numerosísimos y espeluznantes episodios de horror descritos en el libro y casi también ninguno de los no menos numerosos casos de traición, cobardía o crueldad casi inconcebibles, ni las anécdotas o declaraciones que retratan a psicópatas sanguinarios y enloquecidos, como Queipo --pp.216 y ss.--), el de Mola en Navarra, Galicia y las provincias castellanoviejas y el de las retaguardias republicanas en Cataluña, Levante, zonas de Aragón y sobre todo Madrid, con la represión dela quinta columna y la viciada atmósfera de traiciones, venganza y delaciones. En Madrid operaban personajes como el siniestro tipógrafo García Atadell, ladrón y asesino, que acabó capturado y ejecutado por los franquistas en Portugal cuando trataba de huir a América con maletas repetas de dinero y joyas, o el psicópata Sandoval, que dirigió la checa cenetista del cine Europa, y que acabó muerto, al acabar la guerra, por las torturas franquistas,  y en Madrid ---pág.362--se llegó a detener a Don Antonio Machado en un café de Chamberí porque lo confundieron---pobre poeta-- con un cura.
            Conviene recordar, como oportunamente lo hace Preston, que el sentimiento de culpa que podría embargar a algunos de los asesinos de la zona nacional ya se encargaba de disiparlo la Iglesia católica, que brindaba las justificaciones en bandeja . En agosto del 36, Aniceto de Castro, canónigo de la catedral de Salamanca , declaraba ---y se me perdonará la larga cita (p.278), pero es que no tiene desperdicio---: "Cuando se sabe cierto que al morir y al matar se hace lo que Dios quiere, ni tiembla el pulso al disparar el fusil ni tiembla el corazón al encontrarse cara a la muerte.¿Dios lo quiere? ¿Dios quiere que si es preciso  muera y si es preciso mate?¿Esta es una guerra santa o una execrable militarada? Los valientes que ahora son rebeldes son precisamente los hombres de más profundo espíritu religioso, los militares que creen en Dios y en la Patria, los jóvenes de comunión diaria. Será nuestro grito el grito de los cruzados: Dios lo quiere. ¡Viva España católica¡ ¡Arriba la España de Isabel la católica¡".
       El cap. 10 se consagra al relato pormenorizado de las circunstancias que desembocaron el la célebre y tan cacareada matanza de Paracuellos, que tanta tinta hizo correr y que tan obsesivamente, desde hace décadas, tiene ocupada a la historiografía de la derechona. Tras larga consideración de análisis de fuentes Preston opta por atribuir la responsabilidad de los fusilamientos ---entre 2.000 y 2.500--- por igual al comisario Cazorla, a Carrillo y a Serrano Pocela, los tres altos cargos de la Junta de Defensa, a los agentes de la NKVD Kotov, Vidali y Grigulevitch ---este posible asesino in person de Nin---, con la posible aquiescencia también de las patrullas cenetistas que controlaban la carretera de Valencia y acaso todavía un presunto mirar para otro lado de los generales Miaja y Pozas. Téngase en cuenta para este asunto que ---aunque naturalmente no lo justifica---la población madrileña vivía traumatizada por las informaciones aportadas por las oleadas de refugiados acerca de las atrocidades franquistas en el Sur, además de sufrir salvajes bombardeos aéreos, y que entre los paseados había centenares de militares profesionales simpatizantes de los rebeldes, cuando no franquistas enfervorizados, que se habían negado en redondo a engrosar el ejército republicano al invitárseles a ello.
        Los cap. 11 y 12 ( quinta parte del libro. Dos conceptos de la Guerra, pp.511-611) se refieren a la conquista franquista del Norte y a la caída de Cataluña, campañas ambas que comportaron asimismo episodios de tremebundo terror y bajezas y servidumbres no menos aterradoras.Un par de muestras: cuando Onaindía, un cura vasco, protestó ante el cardenal Gomá por la ejecución de algunos párrocos nacionalistas y por el bombardeo de Guernica, recibió la siguiente respuesta: "Lamento como el que más lo que ocurre en Vizcaya, hace meses sufro por ello, Dios es testigo. Especialmente lamento la destrucción de sus villas, donde tuvieron su asiento en otros tiempos la fe y el patriotismo. Pero no se necesitaba ser profeta para predecir lo que ocurre." (p. 573). Cuando el atormentado cura se atrevió a sugerir la lealtad del pueblo vasco con el gobierno legal de Madrid Gomá bramó:"Los pueblos pagan sus pactos con el mal y su protervia en mantenerlos"(id.); cuando las columnas ranquistas avanzaban, ya sin resistencia alguna, por las comarcas leridanas, docenas de  payeses de todas las edades, algunos incluso ancianos, fueron ejecutados por el simple hecho de haber pronunciado alguna palabra en catalán, y en el pueblecito de Maials, varias muchachas jóvenes fueron salvajemente violadas y posteriormente asesinadas por falangistas borrachos (p. 606).
       El cap. 13 y último da cuenta, en fin, del viacrucis de juicios, ejecuciones sumarias, torturas y cárceles que hubieron de soportar los perdedores. Del mayor interés son por ejemplo las circunstancias de la captura en Francia de Companys ---al que no le valió de nada el haber salvado la vida a numerosos burgueses derechistas, a varios obispos y al mismísimo cardenal Vidal i Barraquer---, las torturas a que se sometió al ex chequista Sandoval, los suicidios masivos de los agolpados en el puerto de Alicante o lo que declaró el fiscal (pág. 619) al condenar a muerte a un grupo de 19 cenetistas de Manzanares (Ciudad Real). En suma, un libro recomendable.
     

miércoles, 19 de junio de 2013

DE POESÍA DE HOY





 

QUIEN LO PROBÓ LO SABE. 36 poetas para el tercer milenio. Estudio y selección de Luis Bagué Quílez y Susana Rodríguez-Rosique. Institución Fernando el católico. Zaragoza 2012.

        Bastante hastío y sensación de dejà vu es lo que le embarga a uno tras la lectura de esta antología, otra más --y son bastantes las que se publican cada año---que pretende dar cuenta u ofrecer un panorama de la última o más actual lírica española. En primer lugar, y salvo algunas pocas excepciones, que acaso puedan llegar a una docena escasa de los casi doscientos  textos incluídos en la presente compilación (a unos cinco piezas por cada uno de los 36 autores del título), estos poemas  están escritos en un español ignaro y balbuciente, cuando no plagado de modismos y tópicos de la jerga de los adolescentes, acribillado de anglicismos gratuitos, y por si fuera esto poco todavía, con múltiples adherencias del tam-tam o ronrroneo expresivo de los medios, de los lugares comunes de la sociología espontánea y de la crítica política más obvia y banal. La cosa llega a veces al extremo de la ceguera absoluta para con la lengua viva. ¿desde cuándo se ha dicho en español "tomaron un pequeño apartamento "---p.92---o" quien llama es igual a un latido--p.101--?
       Y en segundo, no hay el menor atisbo de cuidado para con la imagen---que sencillamente en muchísimos casos no aparece por ningún lado---ni para con el ritmo y artificio del verso y los juegos con la sintaxis, para no hablar de la versificación, porque aquí ya se sabe: esto está urdido mayormente en verso libre, esto es, en prosa disfrazada (y en algún caso sin disfrazar) como decía el otro, o sometida simplemente a un artificio tipográfico. A lo que se llega a veces ---y eso en verdad ya es algo--- es al ripio  del rap : "Me gusta Otis Redding, qué fraseo./ Te gusta Otis Redding, qué meneo"---p. 81--- ,o al instantáneo fogonazo de la proclama política : GLOSA A CELAYA. "La poesía / es un arma/ cargada de futuro/ Y el futuro/ es del Banco/ de Santander" ---p.75--- que al menos tiene cierta gracia en su desgarro y que además dice verdad ( y no sabe quizá su autor hasta qué punto), pero que obviamente no es un poema. En cuanto a los asuntos, que al fin y al cabo es lo que menos importa en sí mismo, toda vez que indisociables y coextensivos de lo que siempre se llamó forma, lo que predomina es la vagorosidad digamos metafísica o divagatoria para no decir nada, la nota de aspecto costumbrista o social ---un poco al modo de los poemas de study of manners de la tradición anglosajona, aunque sin su a menudo sabia impostación de la voz poética ni background irónico---, y, como es lógico, todo lo que sobreabunda en cualquier poesía moderna desde los románticos: los gritos o aullidos de soledad y desamparo, las cuitas de amor o los absurdos existenciales.
     Ya empecé diciendo que, para ser justos, hay---pocas--- excepciones: alguna dignidad tienen los endecasílabos y heptasílabos blancos de Aurora Luque, de Lorenzo Olivan ---dos de los versificadores de esta antología de los que había ya leído algo-- y de algún otro, o el descarnado desgarro de Roger Wolfe o de Pablo García Casado.
     Una nota acerca del prólogo (de los Materiales complementarios que cierran el libro, preparados por Susana Rodríguez pp. 219-248--es mejor prescindir de un plumazo, sin más): la lectura de sus treinta páginas se me ha hecho fatigosa y un tanto irritante por cuanto constituye un desmesurado precipitado de huera palabrería pedante, con abundante remisión en cita a pie de página a otros estudios, que para más inri y como suele ser demasiado habitual, no se refiere para nada a los textos mismos. Se habla allí, entre otras cosas, de "realismo (en) singular  (Luis García Montero)", que no sé qué es ni el autor se molesta en explicarlo, o de "amortización de los metarrelatos explicativos" , que nos deja igualmente a oscuras, o incluso, en lo que es ya un glorioso alarde, de "una écfrasis intersticial" ,  al parecer categoría o invento de un señor Matín-Astudillo en un estudio reciente--- La mirada elíptica--- sobre la materia. Es una especie de intento de repertorio o tabula clasificatoria en donde parece que lo que importa es etiquetar con palabros cuanto más vacuos y rimbombantes mejor,  amén de un embutido de afirmaciones, a modo de proclamas teóricas,  para mí al menos difícilmente inteligibles: "La sombra de la Red reproduce una lógica hipertextual según la cual el discurso es un generador de conexiones e hipervínculos" --p.35---o, con otro ejemplo, uno no entiende para qué se dirá o qué coños quiere decirse cuando, hablando de un tendencia de escuela o grupo , se dice de ella que incide en la naturaleza cultural del hecho creativo ---p. 29--Pero bueno, ¿no es de por sí cultural todo hecho creativo? A qué seguir.
     Para acabar: amoscado y con cierta curiosidad, inquirí en la red por ver  algo de lo que se había  escrito sobre la presente antología. Poca cosa: una reseña en su blog ---y otras de parecido tenor en los correspondientes--- del reputado crítico Manuel Rico, que se limita a apelar a la teoría orteguiana de las generaciones, afirma que la poesía española de hoy traduce la desazón y el desencanto de nuestra sociedad ---qué diamantina lucidez---y se limita por último a nombrar en serie, por riguroso orden de aparición, a los artistas, quise decir los poetas antologados, no sin lamentar que se no se incluyera también a otros cuantos (puestos a pensar mal, sin duda amiguetes suyos)  sin tampoco una sola palabra que se refiera a los textos.
     En fin, uno se se siente tentado a pensar, aunque ya comprendo que es demasiado facilón, que si este es el nivel y la situación de la poesía española más joven  ---los antologados han nacido entre 1962 y 1985--- lo que refleja no es ninguna desazón sino el estado mismo del país. Con razón se habla tanto del deterioro de la Marca España.

lunes, 10 de junio de 2013

RADIACIONES

Ernst Jünger . Pasados los setenta. Diarios (1986-1990) Tusquets. Barcelona.2011.
     Acabo de leeer con no poca fascinación las más de cuatrocientas apretadas páginas de esta nueva entrega  ---la sexta, y la cuarta de las que él tituló Siebzig verweht, Pasados los setenta-- de los monumentales Diarios del gran Jünger. El texto incluye las anotaciones de los años 1986 hasta 1990, cuando el autor había ya franqueado la barrera de los noventa ---murió a la bíblica edad de 103---pero conservaba gloriosamente intacta su prodigiosa inteligencia, fina sensibilidad y capacidad de razonamiento. Había yo leído tiempo ha sus novelas Abejas de cristal, Tempestades de acero, En los acantilados de mármol y también  la primera serie de Radiaciones, que creo que publicó la misma Tusquets allá por 1995 y ahora la admiración por él se ha visto redoblada.

     Se trata de un heteróclito conjunto, que oscila entre la página y media y una sola línea, de observaciones, elucubraciones, anécdotas maravillosamente narradas y captadas en su pleno valor significativo, descripciones  de sueños o pesadillas, relatos de viaje, notas de paisaje, de lecturas, precisísimas ---y muy abundantes---descripciones entomológicas y botánicas, notas y observaciones de tipo gramatical ---peculiaridades de un giro o haz de resonancias de esta o aquella expresión en alemán---, breves discursos de agradecimiento por la concesión de honores o de premios ---el de la aceptación de su investidura como doctor honoris causa por la Universidad del País Vasco y su viaje a Bilbao en 1987 no tiene desperdicio---, observaciones de fondo histórico o de calado político o moral y aún muchas cosas y asuntos más. Y todo ello en una prosa fría, acerada, de gélida lucidez, sin concesiones para nada a los pantanos del sentimentalismo, las coacciones de la corrección política ni a los trampantojos del relativismo moral.

     A esas alturas de su vida Jünger no solo era un conservador de riquísima experiencia existencial --- vivió de cerca las dos guerras mundiales y antes una adolescencia cosmopolita y aventurera--- del que bien puede decirse que lo había visto  todo de ese atormentado siglo XX que le tocó vivir, sino que también escribe y opina con soberana libertad: quizá se sabía respetado por los mejores  y en este sentido un tanto impermeable a las críticas de la mediocridad rencorosa o del resentimiento político. Viajó de continuo, a muchas partes del mundo, de joven y de viejo ---a Malasia, a Africa del Sur, a Italia, a las islas griegas, a España, para mencionar solo los viajes consignados en esta compilación---al tiempo que vivió  retirado, desde mediados de los cincuenta hasta su muerte en 1998, para trabajar y escribir en silencio, en el pueblecito suavo de Wilflingen.

     Lo más digno de admiración es la insaciable y enciclopédica curiosidad ---!a su edad¡--- ante el espectáculo del mundo, que le lleva lo mismo ante los olores o las formas de las dalias en Extremo Oriente que hasta la fascinada observación, lupa en mano, de las evoluciones de las colonias de hormigas de su jardín o a las observaciones de las propiedades terapéuticas de las especias usadas en la cocina malaya. Y para muestra bien valen unos pocos botones: comentando el aniversario de la muerte de uno de sus hermanos y cómo queda la llaga de los amigos y seres queridos desaparecidos: "El círculo se va haciendo más pequeño, como la cola de un cometa que se va volviendo más clara a medida que pasa y, al final, termina por apagarse, pero el núcleo permanece" ---pág.187---. a propósito de lo que podría considerarse un rasgo característico de nuestra época:" La psicología de la dirección de masas es cosa de la propaganda, su estrategia es una cuestión de transporte. La una depende del dominio de los medios, la otra del parque de máquinas(...) ambas han aumentado rápidamente desde hace doscientos años tanto en lo referente a las masa móviles a las que se dirigen, como también a la frecuencia de los movimientos" ---pág 145--- o bien todavía, acerca de lo que se puede pedir al Arte y a los artistas: "Las dos tareas del arte son idénticas: aproximación a la divinidad y destierro del miedo a morir" ---pág. 203--- ¿Cabe más ímprobo y casi imposible trabajo? ¿Cabe dedicar una vida a objetivo más excelso?. En suma: un libro egregio y magistral, del todo recomendable, un libro del que en verdad, y en el sentido más fuerte y noble de la experesión, solo cabe decir que se aprende.
    

jueves, 6 de junio de 2013

ULTIMAS LECTURAS


Después de una buena temporada sin haber vuelto a poner manos a este blog, he aquí que decido volver a él con una especie de breves fichas de lectura o reseñas de algunas cosas de las que uno ha venido leyendo estas últimas semanas.



Félix de Azúa. Autobiografía de papel. Barcelona. Mondadori.2013.
Tras su Autobiografía sin vida, aparecida hace cosa de un par de años y reseñada al poco en este blog, sale a la luz ahora este ensayo. La primera impresión de lectura es que se trata de una especie de autobiografía intelectual pergeñada a partes iguales ---y ya comprendo que esto puede resultar muy contradictorio---con considerables dosis de retranca y autodistanciamiento irónico y no menos egolatría narcisista. Azúa es muy inteligente y posee caudalosas lecturas, eso es evidente y casi nadie en el mundillo literario español se lo niega, pero a mí me parece que escribe muy mal, quiero decir que escribe de un modo que a mí no me gusta demasiado, que no es por supuesto lo mismo pero a efectos prácticos, desde el punto de vista del lector que lee ante todo por placer, viene a resultar algo muy parecido.Aclaro de todos modos que al decir que escribe muy mal me refiero más que nada a sus novelas y su poesía.
De las primeras creo que no he podido leer más allá de las iniciales cuarenta páginas de ninguna de ellas y solo recuerdo con placer la magnífica presentación, paródica y cruel, que hace del personaje de Gabriel Ferrater al principio creo que de Momentos decisivos . De su poesía baste decir que está sencillamente en los antípodas de mis gustos y querencias y que además me cuesta trabajo el reconocerla como tal, quiero decir como poesía: hastal tal punto la falta de cualquier atisbo, en casi todas sus piezas, de ritmo y musicalidad, junto con la vorágine de la elusividad y la obsesión hermético-culturalista, que degenera a menudo en una especie de mantra conceptuoso y cuasiininteligible, me tira para atrás. Recuerdo sin embargo uno de sus versos, no sé de qué poema ni libro, que me parece espléndido, porque además ocurre que le salió un perfecto hexámetro: el sol, opaco como el ojo de un mulo muerto. De todos modos él mismo ha abandonado ya su cultivo, convencido ---según afirma en este libro y en lo que creo que no le falta cierta razón---de la inutilidad e inanidad de la poesía de hoy, en España y en cualquier sitio, en comparación con los grandes maestros del XIX y del XX y de la imposibilidad para ella de competir con la Ciencia como intento de visión y explicación del mundo.
Otra cosa distinta son sus ensayos, que leo con placer y provecho, entre ellos este que aquí considero y que no dejo de recomendar, aunque tampoco me fascine como estilista: esa prosa fría y analítica, tallada como a martillazos y con demasiados existir y totalidad  (¿cómo se puede optar por un terminacho abstracto como éste y escribir cosas como La totalidad de la población cuando se puede decir simplemente toda ?), aparte de que parece incluso olvidar a veces el régimen preposicional de los verbos ( Insisto por última vez que la mercantilización...---pág.77). Da incluso la impresión ---si es que esto fuera por un acaso de verdad posible, que no lo es, pero lo digo casi como una broma---de que piensa en una mezcla de francés y catalán, por mucho que su lengua materna sea el español y su comercio lingüístico cotidiano se haga con los parámetros  de ese castellano-barcelonés (como lo llamó en su día Badía Margarit) de buena parte de la burguesía de su ciudad natal, aún más que hoy en los años precisamente, los de su adolescencia y juventud, en los que Azúa se formó como escritor.
Pero bueno, tampoco hay que exagerar. Este ensayo no es desde luego nada desdeñable sobre todo si se tiene en cuenta lo que se escribe y publica hoy en español. Azúa recorre su vida de homme de lettres y su trato con los, sucesivamente, cuatro principales géneros litrarios que ha tocado, poesía, narrativa, ensayo y lo que él llama periodismo, en rigor hoy ya casi indistinguible de la novela y el ensayo. Con la poesía se despacha a gusto (y con el ambiente de militantismo y politiquería de fines de los sesenta) y cuenta con mucho regodeo las circunstancias---pero esta es historia muy conocida--- de la operación de la célebre Nueve novísimos de Castellet y de los manejos de los Barral, Gil de Biedma y compañía. A este respecto es de agradecer que transcriba completa (pp.51-53) la célebre diatriba contra JRJ de este último, de 1960 y en Veinte años de poesía española, diatriba que yo nunca había visto entera y de la que solo conocía la puya final de mezquino y malicioso señorito de casino de Huelva. Biedma dice ahí algo muy agudo, algo que cualquiera que se haya puesto a hacer versos intuye y siente de inmediato si es un poco honrado y sincero: que la incapacidad ( que tanto se da entre los sedicentes versificadores, añado yo) para hacer que la voz que habla en los versos lo haga contra las propias emociones y sentimientos de la persona del poeta es la marca indeleble del poeta menor, esto es, de la mala y prescindible.
Azúa analiza luego la novela a la luz de la recepción en España de los vanguardistas ---inevitable---hispanoamericanos y, tras los necesarios guiños admirativos para con el maestro Benet, despacha de un plumazo la propia producción novelística hasta Ultima lección a modo de inmaduros y pretenciosos pecados de juventud . Se detiene luego un tanto en sus novelas posteriores, las que ha urdido a partir de Cambio de bandera, a las que atribuye un intento consciente de tematizar lo que llama "la representación del desencanto", intento del que no dice si le parece logrado hasta algún punto o no. A mí  se me ocurre que se trata de novelas ensayísticas, demasiado aherrojadas y sujetas a la pretendida demostración de una tesis previa y, como tales, novelas fracasadas.
La segunda mitad del libro me parece notoriamente más jugosa y rica, más puntillosa y penetrante. Azúa ve el ensayo, la prosa periodística (y en las últimas páginas también los blogs y los textos archivados en las webs)  y en general la "cultura" de estos tres últimos decenios como manifestación de la absoluta banalidad y mercantilización del mundo ( que todo es ya mercancía ya lo sabíamos muchos, pero él lo argumenta con ingenio y sentido del humor). Después de ajustar las cuentas con los utopismos del tipo de Mayo del 68 (hay que decir que un poco tarde, y de todos modos a estas alturas eso es demasiado facilón de hacer), entra en la consideración de la "democracia total" (como llama al actual régimen dominante en los países ricos,  y en realidad en casi todo el mundo ya, salvo en China y en Corea del Norte, pero todo se andará) y su modo de afianzamiento y dominación (la locura tecnológica, Internet y todo lo demás) que se basa según él en la venta universal de la felicidad:" La felicidad es una abstracción bancaria que se vende como una promesa de bienestar permanente"--pág.105---A hacerse cargo del surgimiento de esta democracia total se han dedicado con mayor o menor fortuna a su juicio sus artículos de prensa  y ensayos desde El aprendizaje de la decepción---para mi gusto y junto con el Diccionario de las Artes lo mejor que ha escrito. El verdadero y radical cambio que se estaría operando, en fin, en nuestro mundo, es el traído por aquel recién llegado, "un monstruo nacido después de dos guerras mundiales y una revolución catastrófica y del que no tenemos ni idea de cómo va a desarrollarse" ---pág. 169---, monstruo que apoyándose en la Red y en las redes, puese que devenga a corto plazo ---está empezando ya a hacerlo--- en la más completa y monstruosa dominación, control y manipulación de masas que haya conocido la Historia. Me parece bastante razonable y verosímil: en los más miserables y apartados suburbios del Tercer Mundo todo cristo ---igual que aquí--- está enganchado a un ordenador o un móvil o como mínimo a la televisión. Pues eso: saque cada cual las  consecuencias que quiera.