domingo, 25 de febrero de 2018

DOS POEMAS PROSTIBULARIOS

Phoenix

           Copio aquí dos composiciones de hace ya bastantea años, algo corregidas ahora, a las que no veo de momento, más que nada por su asunto, demasiado acomodo en ninguno de los tres poemarios en los que ahora ando.El lector juzgará.

                           I

Y entonces nos hablaban de sus hijos,
con el gin tónic del primer receso,
y así nos lo decían, entrecortadamente:
era, más que una confesión, yo creo
que un simple mecanismo, y bien elemental,
con que intentar exorcizar el miedo
sustantivo y difuso de sus vidas.

Confesaba una de ellas,
con el cifrado velo de no sé qué nostalgia
semiforzada…mira, estoy en esto
para ahorrar un poquito y ya volverme
a Canarias con mi niña… y el gesto
y el juego de ojos se le resolvían
en un mohín amargo
que afeaba un tanto los claros hollejos
de la mejilla…La otraallá en Brasil
no se vive muy bien…, ya tú sabes, mi amor
y la mirada se le iba, al tiempo,
a la mal ajustada
lámpara y al ahumado terciopelo
del hall de la entradita.

Mas hay, cómo decirlo,
algo como un cariño, ahora, en mi recuerdo
y en aquella ocasión, entre todos nosotros,
algo como un vislumbre
de una asordinada simpatía
que salva la distancia entre los dos momentos,
ahora y entonces,
entonces, cuando el cielo
destilaba un color de flujos seminales
y hosco añil de colada
y abajo, por la calle,
los rezagados coches de la noche
parecían marchar lejos, muy lejos,
ladrando a la alta luna, perdidos, desnortados,
enrabietados perros.


                       II


 Pues tienes que acudir, de vez en cuando,

a eso que gustaban nombrar las damiselas
de antaño --- y también más de uno de aquellos
melifluos confesores de la época
de tu abuelo--- de comercio nefando,
allí en donde, en apariencia al menos,
se ciega la raíz de todo daño.
De aquella ceremonia ---pagada con largueza---
solamente un picor
oblicuo y momentáneo es lo que queda,
un como leve brote
de dulciacibarado desencanto
pegado entre los pliegues
del corazón.
                   Y poco te consuela
que allí rija un dictamen
de bien pautadas órdenes y reglas
y el hecho, cierto, de que ni la farsa
parejil ni ninguna
suerte de conyugal coyunda o treta
te impida ni te vede la presunta delicia
de la muda pasión, el nudo trato y trote
tras la aún no ajada piel, verdad señera
que de los cuerpos brota
pura, sin ni razones
ni temor.
            Pero la cosa acaso
admita otras revueltas, y es quizá cómo el mito
eterno del eterno amor se te cuartea
igual por esa vía, y sus gayos caireles,
no sean más que añagaza y espantajo
que su revés esconden:
                                     la sospecha,
turbadora, de ti, y un frío pálpito
por dentro te corroe y tu moral arruina,
y no quieres saberlo,
mas él toca las cuerdas
de la razón:
                  es como un algo ajeno
olor a cal y colagua reseca,
a nieve ya embarrada,
al renegrido roce e inquietante tacto
del muy mellado canto de al fin la más barata
y caída de la mano
                              de todas las monedas.




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