jueves, 15 de enero de 2015

LA "CRÈME "PARDA





Ferrán Gallego. Todos los hombres del Führer. La élite del nacionalsocialismo (1919-1945) DeBolsillo. Barcelona. 2008




                Tras haber consultado una profusa bibliografía, en inglés y alemán sobre todo, nos brinda el historiador de la Autónoma de Barcelona esta monografía acerca del significado, origen y plasmación del Estado nazi, que tiene el acierto metodológico de integrar en un todo coherente e interrelacionado las perspectivas sociológico-histórica, ideológica y también psicológica del fenómeno, con la gracia además de una prosa literariamente cuidada y nada farragosa ni recargada de citas. El libro, muy lejos de las simplificaciones al uso, bien planeado y documentado, escrito desde el sentido común y la capacidad racional de análisis, se hace en mi opinión de muy entretenida  lectura. Se  trata de un conjunto de doce  ensayos biográficos sobre otros tantos prohombres del régimen, y ni qué decir tiene que no hacía falta dedicar un apartado especial al jefe máximo de la banda, toda vez que aquí  éste se halla un peu partout,  a la manera ---y espero que se me perdone la metáfora--- de un astro central en torno al que brillan los doce satélites. Gallego ha tenido también la ocurrencia de colocar como título de cada uno de los ensayos el de una célebre película, con cuya trama habrá de tener  a su juicio  algo que ver algún rasgo de la psiquismo del personaje estudiado.     
 
                 Ya explica el autor que ha debido hacer una selección, pues el haber incluido a otros personajes también relevantes y directamente responsables en la consolidación del Estado nacionalsocialista hubiese convertido el libro en inmanejable por su extensión. Por lo demás, es obvio que con el nazismo comulgaron millones de alemanes ----pero algunos menos no lo hicieron--- y que, con las convenientes matizaciones, no es menos cierto que en algunos casos solo la casualidad o las circunstancias llevó a más de uno de los personajes aquí analizados, habida cuenta de su mediocridad, a verse ejerciendo posiciones de poder. Gallego estudia con sutileza y detenimiento tanto la peculiaridad psíquica de cada personaje como sus orígenes familiares, su ascenso en el aparato de poder y sus relaciones con el líder máximo, las diferencias, envidias y odios con otros capitostes y en fin, su grado de implicación y responsabilidad ---en todos los casos muy alta--- en el funcionamiento totalitario y criminal del régimen.
           
              ¿Qué pasaba por la cabeza de estos hombres? Pues al margen de los diferentes grados de fanatismo, megalomanía o brutalidad, nada de especial. Quiero decir que es muy de agradecer que el estudio de Gallego no caiga en ese tono ditirámbico y sensacionalista  de emplear alegremente  el motete de monstruos para referirse a los dirigentes nazis--- como viene haciendo buena parte la literatura periodística y de divulgación y cierta historiografía---. Eran muy diferentes entre sí y en este sentido todos ellos representaban algún aspecto de ese espejo perverso y deformante con que la sociedad alemana reflejaba---y al revés---el nazismo. Movimiento poroso, con gran capacidad de adaptación y transversal a todas las capas y estratos sociales, el nazismo, paradójicamente plural, por lo menos hasta antes de la guerra, acertó a integrar y manipular para sus fines ( bajo denominador común de un nacionalismo de tintes fanáticos presente en un alto porcentaje de población que siempre vio en la República de Weimar una interrupción ilegítima, un estado de cosas laico, cosmopolita y modernizador que suponía una continuidad saqueada respecto al imperio guillermino , al segundo  Reich ) un magma  muy variado de sensibilidades, artefactos ideológicos y complejos irracionales.

              Drexler, por ejemplo, cerrajero de profesión y militante völksich de la primera hora, no pasó de ser un burócrata sin carisma y sin imaginación, que jamás osó hacerle la menor sombra a Hitler y que se automarginó de todo cargo ya en 1928, antes de la llegada al poder, amargado por lo que consideraba una falsificación de la pureza ideológica original del partido. Caso muy distinto del de Speer, que venía de un medio social antitético ---la gran burguesía--- y que era un intelectual brillante y ambicioso, un oportunista cínico cuyas artimañas le llevaron incluso a librarse de la horca en Núremberg. El ensayo más interesante y clarificador me ha parecido el dedicado a Goebbels, y el más rico también dada la contradictoria  complejidad  del personaje e incluso la fascinación que como objeto de estudio puede provocar . Acomplejado desde la infancia por su defecto físico, se forjó una voluntad de hierro para coronar sus sueños, que habría de conseguir, de brillar en sociedad y fascinar a las mujeres.Tras fracasar como erudito universitario y escritor propagandista católico en su primera juventud ( cuando, nombrado por Hitler Gauleiter de Berlín en 1926, hubo de trasladarse a esa ciudad, que entonces no conocía, anotó en su diario ---pág. 174---"Berlín de noche. Una charca de pecados. ¿Y aquí debo arrojarme?") dio en una especie de visionario místico y desencajado, pero diabólicamente eficaz en cuanto genial practicante de la propaganda y la manipulación de masas. Lo suficientemente lúcido como para saber que la verdadera guerra se libraba sobre todo contra el bolchevismo, al final, con un Hiller ya amortizado, no dudó en maniobrar desesperadamente en secreto para intentar una paz por separado con los americanos mientras seguía lanzando discursos incendiarios en favor de la continuación de una guerra total concebida casi como un martirio colectivo. Comparados con él, Strasser no pasó de ser un estratega pragmático pero sin capacidades de líder, Himmler un frío organizador, con criterios empresariales, del Estado racial, la esclavitud y el exterminio, Stricher  un vulgar matón de barrio, un antisemita soez y aplebeyado y Bormann un mediocre de medio pelo, cuya  fidelidad perruna al jefe, a pesar de o precisamente por el desprecio que éste siempre le mostró, no es inverosímil que ayude a explicarla algún tipo de oscura atracción erótica hacia el Führer.

                Todas estas formas de aproximación biográfico-psicológicas al fenómeno del nazismo traducen esa paradójica mezcla de arcaísmo y modernización, de ruralismo e industrialización acelerada, de obsesivo sentimiento de identidad y a la vez de brutal exclusión de lo otro, de obrerismo y de sindicalismo, de apariencia de Estado dictatorial de engranajes perfectos y sin fisuras en los primeros años y caos poliárquico, casi un Reino de Taifas, en que acabó degenerando a medida que  se acercaba su hundimiento.


                El texto se abre con la glosa y comentario a una conferencia que Thomas Mann leyera en Berlín en el otoño de 1930, cuando ya oteaba en el horizonte la catástrofe que se avecinaba. Sus recomendaciones, la necesidad de un pacto nacional entre lo menos reaccionario de las clases dominantes y el sector más civilizado,la Socialdemocracia,  del movimiento obrero para salvar al país---, por mucho que incluyeran también una crítica y desmontaje de algunos de los ítems de la nebulosa ideológica nazi, la Comunidad del Pueblo, la Ausmerzen o extirpación de lo estigmatizado como ajeno, la Unidad de Destino que es la  esencia de la patria, y otros, venían a ser ante todo una llamada de atención y una apelación al instinto de sobrevivencia de la burguesía que debería sentirse la clase rectora de la nación y abanderar el movimiento de renovación espiritual de Alemania. Y se cierra con un breve epílogo (pp. 527-536) en el que se examinan retrospectivamente en qué quedaron las buenas intenciones de Mann y las lagunas e imperfecciones, compromisos y pactos de silencio de que adoleció, ya en la postguerra, la Entnazifierung o proceso de desnazificación orquestado por los Aliados.