lunes, 27 de junio de 2011

UN LIBRO DE ENTREVISTAS: LA EDAD DE ORO DE VICENTE MOLINA FOIX


Entre 1995 y 1996 publicó el suplemento dominical del diario El País una serie de entrevistas con personajes, trece hombre y cinco mujeres, relevantes de la literatura, el pensamiento, las artes plásticas, la música y el cine españoles que hubieran superado entonces la barrera de los setenta años. Algo necesario porque si bien algunos de ellos resultaban conocidos del público medianamente culto, otros, como Julio Alejandro o Sanz de Soto, yacían en el semiolvido o aparecían vagos y desdibujados. En 1997 las entrevistas, debidas a Vicente Molina Foix, se recogieron en libro con el texto ampliado, espléndidas fotos y nuevos materiales añadidos que enriquecían el contenido. Lo leí entonces y lo he releído ahora, cuando buena parte de los entrevistados ya ha fallecido. Si grata y entretenida se me hizo la primera lectura, más me ha resultado esta segunda. Me pareció entonces y me sigue pareciendo ahora que esos personajes representaban un mundo de renovación , libertad interior y rectitud moral que los convertía de algún modo en ejemplares, aunque el mayor conocimiento e información que de ellos uno cree tener a día de hoy ha venido a corregir y matizar aquella fascinación inicial.



Es de agradecer en primer lugar la seriedad y competencia de Molina, que demuestra haberse documentado a fondo sobre los entrevistados y sobre lo que cada uno de ellos ha hecho o dejado de hacer, y ha consegido, me parece, dejar hablar, algo difícil y relativamente insólito, harto como está uno de leer u ojear entrevistas en que la formulación misma de las preguntas sesga u orienta de alguna manera las respuestas, aunque es claro que esto siempre dependerá de la habilidad o mala intención del entrevistador y de la entidad y background del entrevistado. Hay que decir que aquí las más de las semblanzas, con algunas excepciones puntuales relativas a parte de lo dicho por algún personaje, suenan como moderadamente verosímiles, aunque es sabido que eso de la personalidad tiene mucho de máscara ad hoc ---más aún en los llamados famosos--- y de ahí lo dúctil, maleable e interesada que puede resultar la memoria para las racionalizaciones a posteriori de la propia conducta. Pese a ello y pese a que como es lógico Molina les hiciese llegar previamente un esquema o cuestionario, las respuestas no dejan de tener un aire de espontaneidad y frescura. El entrevistador los ha dejado hablar, digo, aunque acaso se eche de menos en él algo más de ---con una palabra que se suele utilizar en la jerga del periodismo y que no me gusta nada---agresividad , quiero decir que ante ciertas aseveraciones, sobre todo las de tipo político (cuando Sampedro da por ejemplo la impresión de haber compatibilizado sin ninguna mala conciencia su condición de asesor del Ministerio de Comercio con sus sentimientos antifranquistas) Molina se muestra en exceso conciliador y me parece que de haber sido un poco más incisivo tampoco se hubieran resentido el respeto ni la legítima admiración.



Algunos nacieron a principios de siglo ---Granell, Aranguren , Oteiza--- y vivieron por tanto sus años de aprendizaje y primera juventud antes de la Guerra Civil; los más jóvenes como Castellet o Bohigas hubieron de formarse con mayor o menor fortuna o dificultades bajo el franquismo, pero todos tienen algo que decir y en lo que dicen comparece no solo buena parte de la mejor cultura española de los cincuenta a los noventa del siglo pasado, sino también, por alusiones o referencias, el precedente moral del ambiente republicano de preguerra, desde las luchas políticas de aquella época hasta lo que pudo representar la Residencia de Estudiantes.



Es por lo demás inevitable que el lector tenga, en un libro de esta naturaleza, aun haciéndose cargo de las prevenciones apuntadas más arriba acerca de que lo que alguien diga de sí mismo hay que tomarlo siempre cum mica salis y pese a que todos sin duda son muy conscientes de su propio personaje, su sistema de simpatías y antipatías, y así unos le hayan resultado más atrayentes que otros.



A mí el más simpático y disparatado de los retratados me ha parecido el de Oteiza. El viejo vasco se despacha a sus anchas sin preocuparse demasiado por la corrección política o quizá es que, en un efecto buscado, le fascina cultivar su fama de cascarrabias (por eso no llama demasiado la atención que con posterioridad a la entrevista escribiera una carta a Molina, en la que con su deshilachada e infantiloide sintaxis, le reprocha que no había escrito exactamente lo que él había declarado, carta que se reproduce en el libro). Así, da rienda suelta a su enemiga con los políticos del PNV, su obsesión con Chillida o sus opiniones sobre lo que la prensa llama conflicto vasco, y habla por ejemplo de " Garaicoechea(...) ese desgraciado", o de que ETA hizo en sus primeros tiempos "asesinatos políticos limpios como el de Carrero", o de que "El GAL era necesario, aunque tendría que haber salido de los vascos". Quizá el más sincero, autocrítico y menos pagado de sí mismo ---y también poco celoso de su intimidad--- sea Imperio Argentina, que dice no estar demasiado satisfecha de su vida por cuanto se vio obligada por las circunstancias a hacer un cine mediocre. El más poliédrico y aparentemente cínico en sus opiniones políticas, Augusto Assía: ¿cómo se come eso de que "Yo nunca fui franquista, aunque tampoco antifranquista" o de que "Lo que ahora vivimos se parece bastante al franquismo , pero sin franco, y eso es peor, porque él al menos contuvo al comunismo".? El más juguetón y travieso, Gloria Fuertes, que se diría que no da demasiada importancia, saludablemente, a su labor. El más cuidadoso con su intimidad Victoria de los Angeles, aunque al final se desahogue hablando de su hijo con síndrome de Down. Los más proteicos y versátiles, Granell( que creo particularmente lúcido y ecuánime cuando habla de lo que ha sido la España moderna: este antiguo troskista declara: "Se ha dicho que el tiempo de la República fue una edad dorada y no es un exageración. Aquella cultura, aquella educación, aquella curiosidad, desaparecieron con la guerra. En el rápido siglo XX cuarenta años de franquismo equivalesn a cuatro o cinco siglos de cristianismo. Ahora se critica ferozmente a Felipe Gonzálex y al PSOE, pero para mí no hay duda de que en estos trece años de gobierno socialista se ha adelantado enormemente y se ha acabado con el gran ogro español, la Inquisición y los militares ") y Gaya, que es muy contundente y provocador en sus juicios sobre los camelos del arte moderno y que pese a caer en el manoseado tópico de que España nunca ha sido merecedora de sus genios abunda en originales intuiciones :"La pintura española es real como no ha podido serlo nunca la realidad misma española, por eso el Prado es casi como un manicomio al revés, como un manicomio de cordura, de calma, de certidumbre. Afuera está la realidad ilusoria, la vida-sueño, pero la pintura, para el español, es precisamente despertar" . El más previsible y serio, aunque no parezca que haga demasiados esfuerzos por sacudirse esa imagen de marca, Aranguren. El más gozador de la vida y dicharachero, por más que también el más dado al chismorreo y al anecdotario mundano, Sanz de Soto. El más se diría que satisfecho con lo que él mismo califica de papel de segundón, Castellet, muy modesto y desapegado también, como José Bello. Los más sentimentalmente hermosos, los de Julio Alejandro, que moriría poco después de hacer la entrevista y que mereció un muy sincero y sentido texto necrológico de Molina Foix que se incluye en el libro, y Pilar López, que ha atesorado conmovedoramente la memoria de su hermana Encarnación, La Argentinita, hasta el punto de que oparece en parte haber vivido de ella. El más novelero, el de Muñoz Suay, cuyo relato de las peripecias por las que hubo de pasar para zafarse del cerco franquista al final de la Guerra suenan un tanto inverosímiles .



En suma, un libro que no habría que adscribir en absoluto a eso tan espurio que llaman actualidad y que por eso no ha adquirido el aire caduco de los reportajes de ese tipo, que es un ejemplo de excelente periodismo literario y que por muchos conceptos resulta de muy recomendable lectura, por mucho que hayan pasado ya catorce años de su publicación.