sábado, 30 de agosto de 2014

MÉNAGE À TROIS






José Antonio Gabriel y Galán. Muchos años después. Madrid. Alfaguara .1991

  




            No es, me parece, Muchos años después , no sé si una de las últimas novelas que alcanzara a publicar en vida el malogrado Gabriel y Galán, otra más entre las muchísimas de los ochenta y noventa (no hace falta citar títulos ni autores) que tomaron como referencia de fondo los últimos años del franquismo y los primeros de régimen democrático, en la medida en que no cae, o no cae del todo, en alguno de los vicios de muchos de aquellos textos: si bien acierta a soslayar las fáciles tentaciones de la nostalgia y el recurso a la complicidad autosatisfecha (interpretada, se entiende, en clave generacional: qué majos y luchadores éramos), sí pienso en cambio que se le va un poco la mano en cuanto a la caricaturización de situaciones y personajes (los tres principales acaban en tristes despojos)

             La novela, que tiene mucho al fin de fábula política, aparece  escrita con soberana ironía y en algunos pasajes con no poco sarcasmo ---con el límite que he mencionado más arriba—para con sus principales personajes ---y no solo para con ellos--  y hay que decir también(aunque le medio perdonemos la leve pedantería) que con cierto exceso de guiños literarios al lector, que acaban cansando. Algunos de los títulos de capítulos reproducen los de libros muy conocidos ( Adiós a todo eso, Fin de partida, La destrucción de la razón  y otros) y en muchos pasajes se perciben citas contrahechas o literales de muy variados autores( Garcilaso, p.324, Góngora, p.328, Cervantes, p.339, Neruda, p.399 y bastantes más ).Los fragmentos, por lo demás, dedicados a la descripción de  juegos como el del black Jack o la ruleta (pp. 301-321 y 326-35) son demasiado prolijos y técnicos y es difícil que interesen a un lector no aficionado,  además de no parecer funcionalmente necesarios  para la andadura de la trama.

           Se  distinguen  en esta Muchos años después varios planos o ejes temáticos: a) Una consideración crítica de los compadreos, secretos, pactos (a menudo vergonzantes) y soluciones en falso que marcaron  el proceso de la Transición democrática. b) Una burla caricaturesca de la jerga propia de la vulgata marxista y de las teorías de Althusser(que aparece como personaje, retratado no muy edificantemente) que no se le caía de la boca a gran parte de la juventud universitaria. c) Una caricatura ---esta especialmente cruel y desmandada –de otras teorías entonces en boga como las derivadas de un psicoanálisis radical (Deleuze y Guattari, de los que se podría decir lo mismo que de Althusser); d) Una crítica de los mitos de la resistencia antifranquista, tanto en los ambientes del para algunos dorado exilio parisino como en los de Madrid, los dos espacios en los que discurre la trama. Caricaturizados de un modo leve e incluso cariñoso, comparecen aquí lo que podríamos llamar en este contexto figuras colaterales, como, entre otras, García Calvo, pontificando en su tertulia de La Boule d´Or (p.73) y Fernando Arrabal, que se recupera de sus delirios en un sanatorio psiquiátrico (p.132). Peor papel hacen  algunos dirigentes comunistas, como Sánchez Montero (al que Silverio, que lo conoce en  los fragores de la lucha clandestina, empieza mitificando hasta la desmesura para al final odiarlo hasta el punto de que proyecta, en su delirio de desengaño, matarlo),o el que el narrador llama Rafael, del que sospecho que es una máscara de Federico Sámchez, esto es, de Semprún. A ambos se les retrata, ante la desesperación y el desconcierto de Silverio, como tipos de ramplona vulgaridad, pues desprecian y ningunean el que éste considera magno tratado  que les da a leer y prefieren asistir a un partido de fútbol y luego, tomándose unas cañas,  comentar las jugadas (288-273).   

              Y se me ocurre que al trío de personajes principales se les podría muy pertinentemente aplicar la tipología ferlosiana de personajes de destino o de tiempo acumulativo y personajes de carácter o de tiempo consuntivo, aunque con la peculiaridad de que dos de ellos cambien de modelo  al final de la novela, acaso por el acabado cumplimiento o realización del tipo o categoría del tercero, en el que aquellos dos se miran como en una especie de espejo invertido y en el que de alguna manera encontraban su razón de ser. Me explico: Silverio, que tiene como destino marcado el ser un intelectual orgánico (en el sentido con que Gramsci empleaba este motete de su invención) , acabará rompiendo con, digamos, su futuro escrito, cuando éste ya le empezaba a pesar como una losa en el momento en que, en un acto lleno de simbolismo, hace trizas el manuscrito teórico (que había sido poco menos que la justificación de su vida) que ha ido urdiendo a lo largo de los años, lo ha ido engordando hasta varios miles de folios y cambiándolo de título en función de lo que él juzga cambio de las circunstancias objetivas de la lucha. Julián, por su parte, que había puesto desde el principio su ideal de vida en escritor de éxito, mundano y diletante, empieza pronto a dinamitar ese proyecto en los pantanos del alcoholismo y la adicción al juego y recalará al fin, tras fracasar como escritor ---autor de una sola novela que no saldrá de los minoritario círculos de la resistencia antifranquista del París de los sesenta, no escribirá luego una línea más--- y arruinarse con el juego, en una  resignada aceptación , que él toma ambiguamente como decisión libre. En cuanto a Odile, personaje más plano, menos complejo y desarrollado, parece claro que ella sí iba a cumplir con su destino , bastante triste, por cierto.

           El trazado psicológico de Julián y Silverio(amigos inseparables que a veces se odian, es decir, real como la vida misma )parece casar a la perfección con la tipología anterior y podría entrecruzarse con ella. Julián es cínico, egoísta y amoral. Obsesionado con ascender en la escala social  hasta convertirse en un triunfador, es por ello quizá incapaz de querer de verdad a nadie que no sea él mismo .Trata con indiferencia, cuando no con soterrado sadismo, a su mujer Odile y no parece acusar demasiado la trágica muerte en accidente de la hijita de ambos, episodio que, dicho sea de paso, se me antoja un tanto forzado y melodramático y con el que acaba la primera de las tres partes de que consta  la novela, y por eso su despeñadero final conmueve menos al lector que el de su amigo y contrafigura Silverio. Este es un solitario sentimental e ingenuo, casi constitutivamente infeliz, de rasgos quijotescos, perdedor, mitómano y enamoradizo porque no puede menos. Se vuelca ---sin sacar mucho a cambio---con Odile, con la que va a vivir tras ser ésta a abandonada por Julián, que se larga a Estados Unidos sin dar muchas explicaciones, y se enamora asimismo sin correspondencia de Asun y luego de Isabel, compañeras de la militancia madrileña.

        Escrita íntegramente por un narrador en tercera persona, sabe muy bien también el autor, cuando le conviene, usar hábilmente el estilo indirecto libre (pp. 20-21, por ejemplo), el monólogo interior (p.310-11) y el desdoblamiento hacia la 3ª persona (p.402), y pese a que hace en general gala  de un castellano tan correcto como moderadamente jugoso en cuanto a vocabulario, no deja de deslizar algunos contados pequeños deslices que chirrían algo en los oídos de un lector sensible, como cuando se habla de realizar un refrigerio(p.299), tomar un taxi (p.301) o extraer un cigarro (p. 401). Hay pasajes especialmente felices y logrados, como el de las pp 486-90, casi al final del libro (para mí el mejor de la novela) en donde se ofrece la descripción vívida, verosímil y minuciosa, del mísero rincón callejero en que dos muchachas muy jóvenes se meten jaco y el relato del diálogo que se da entre ellas y Julián que, insomne y desesperado, no encuentra mejor forma de pasar el rato.

        Si la novela como género (la buena, claro), desde El Quijote a Madame Bovary y desde Guerra y Paz hasta La montaña mágica, tiene, como muchos han sugerido, la misión de contar las mil formas de la desgracia humana, entonces esta cumple modesta pero suficientemente con ello. Y sin duda vale la pena leerla.