He de empezar diciendo que este libro me ha desconcertado un poco y provocado también sentimientos enfrentados. Primero, por su ambición y desmesura, la pasión de su lenguaje y el nada desdeñable grado de imaginación verbal (el autor parece muy consciente de su importancia, puesto que ha empleado nada menos que 15 años en su composición); segundo, porque constituye desde luego un intento insólito ---y mucho más abarcador de lo que osara cualquier producto de lo que hace unas décadas se llamaba poesía social--- de impugnar, con las solas armas verbales de que dispone la poesía, el actual orden, sin duda horroroso y devastador, del mundo; y tercero, por lo extraño e inhabitual de su disposición tipográfica, y dejo de momento al margen todos los espacios en blanco, comillas, bastardillas, mayúsculas, puntos suspensivos, rayas, barritas y demás implementos, me parece que bastante gratuitos, de los que se abusa hasta la saciedad. Y aún hay más en este sentido: a ambos lados del texto propiamente dicho se incluyen multitud de notas explicativas y noticias (glosas de informaciones de prensa y extractos histórico-sociológicos, mayormente, pero también citas evangélicas y otras asimismo literales de otros autores, amén de apuntaciones biográficas acerca de personajes reales que se citan o sugieren en el verso). Estas informaciones (inacabable rosario de torturados por dictaduras y satrapías, desahuciados por los desmanes del Capital, desastres medioambientales etc.) unas veces aclaran el sentido del texto, pero otras llegan a abrumar por su acumulación y sobrecarga, de modo que casi lo oscurecen e incluso sustituyen, como cuando el autor se limita a copiar ---ocurre bastante en los últimos cantos---y medio disfrazar tipográficamente como versos, en mayúsculas, para más inri, lo que no son sino partes o pequeños párrafos de prosa ensayística (de Foucault o de Canetti, sobre todo).
En 1998 apareció en la editorial valenciana Germanías, y con el mismo título, un volumen que reunía las dos primeras secciones, pero con algunos cambios respecto al texto que ahora se presenta. Aquella edición constaba de dos partes (El saqueo y Los otros pobladores, divididas en 12 y 15 fragmentos o cantos respectivamente). El que aquí aparece como fragmento IX de la primera parte era en la edición valenciana el VIII de Los otros pobladores, y además en esta edición desaparece como tal el que en aquella figuraba como fragmento VII de la segunda parte. Esta edición, así pues, tiene un fragmento o movimiento más en su primera parte y dos menos en la segunda. Se añaden otras tres secciones ( Para los que aún viven, La caída de Dios y Canción de E, con sus fragmentos numerados correlativamente en romanos hasta llegar al LV) a la ya extensa composición de entonces y se completa así el proyecto que desde el principio tenía al parecer el autor (la primera versión de la primera sección ya se había publicado, algo reducida, en 1994). Me entero también de que ya en 2009 vio la luz una edición completa del texto ---tal como aquí reaparece--- en otro sello editorial, con prólogos de Jorge Riechmann, Miguel Casado y otros, edición que se agotó en pocos meses. Guardo de aquella lectura de 1998 un buen recuerdo, pero la de ahora, la del libro completo, no ha podido menos que defraudarme e incluso cansarme, sobre todo sus partes 4 y 5.
El libro todo ---en lo sucesivo me referiré con número
arábigo y romano, respectivamente, a secciones y cantos---viene a constituir una larga salmodia (unos cinco mil
versos), letanía o cantata, casi siempre en versículos irregulares pero también
en endecasílabos, alejandrinos, dodecasílabos y otros metros más cortos. En él se intenta poetizar el robo y
esquilmamiento a que se ven sometidas las masas de hambrientos y desposeídos
del llamado Tercer Mundo, por un lado, y la posibilidad y deseo de un
movimiento masivo de resistencia o rebelión, marcha ésta quizá esencialmente ambigua, pues tanto puede querer
decir liberación de y contra lo que hay como, según se nos
revela en la nota introductoria de la parte segunda, también integración y
asunción de aquello contra lo que se alza ( “ En el escenario de la gran
matanza han recibido hecha su historia, sí, lo residualmente herido, el saqueo
del Sur y su marcha, la marcha impune hacia los vigilados escaparates del consumo,
ellos existen y crecen…”).
La
explicación del título se halla en la nota al margen de 1,X: 150 millones son
los niños que, a razón de uno cada dos segundos, morirían en el transcurso de
diez años como víctimas directas de la pobreza y del hambre. El motivo está
como latente en todo el libro (esos 150 millones como atroz símbolo de la
desposesión y la injusticia) y se utiliza de modo explícito en 2, XIX (“ya han
venido los niños, los/ 150.000.000/ con sus cabelleras de risa y su pánico de
luces,/ascos de vientre en las matanzas públicas y/ dame a ese niño con crines
del secuestro oh sí los niños”) en relación con la figura de Cristo, por otra
parte uno de los ítems simbólico-metafóricos
del poema que, a partir de la primera mención en 2,XV ( “yo salgo pisando las
llagas del mundo/ yo salgo ascendiendo las llagas del mundo” atraviesa todo el
texto.
Con un lenguaje sincopado, entrecortado,
rítmicamente punteado por series de anáforas en torno a las que se organiza un
largo fraseo, a veces laberíntico, cuajado de aclaraciones y períodos
parentéticos, la voz poética, plural, atormentada, solidaria, multiforme (que a
veces es un yo, a veces un tú dramáticamente desdoblado o un ellos con los que el yo poético narrador
se funde empáticamente) parece ilustrar una especie de peregrinaje simbólico
---la marcha---. Peregrinaje éste
donde la mirada mental del poeta hace resonar desde la tradición mítica del
éxodo bíblico hasta las figuras del nacimiento, pasión y crucifixión de Cristo.
Viaje simbólico y al mismo tiempo proceso hacia la liberación (la marcha de los sin voz y el decurso de la
escritura que la cuenta y la canta) en torno a las ideas de martirio
(purificación por el dolor), posibilidades de rebelión y revuelta (políticas) y
redención por la fe (religiosa y, más específicamente, cristiana).
Se trata de un texto de vocación e intenciones épicas e hímnicas, y es fácil percibir en él ecos, en su atormentado imaginería surreal, del Neruda de Canto General pero también del de las Residencias: “mensajero de las lluvias, del arrozal tremendo, del agua abierta” –1, XIII—“Nadie alrededor que te diga el llanto/ en las credenciales/ tu cabeza y su ira de molusco antiguo/dan vueltas a la tarde con un asco sin uñas” –5, XLV—“ tierra genital de páramos tasados” ---2, XVII---; giros y distorsiones sintácticas que recuerdan a Vallejo: “Dime tú entonces mi niña de alcanfores di por un apenas rato sí el aliento/ muchedumbre que arrastra viento yo lo he visto le llamo/ enrique de sí estas llanuras/ primero fue el caer sobre los brazos”(1,XI), “que los insectos devorarían la tierra de no irme y las alfombras,/casi que, bien, en el miedo, herida/ sucedías al miedo en su pilar de cinturas” (2, XVII), “a usted lo voy a pisar la nostalgia/le voy a robar el rincón de vacaciones(…) / le a efectos de archivo/volcaré el espanto en las tardes de su niña pública (2, XV); y huellas incluso de Miguel Hernández : “vienen sembrando llagas y mimbres del rastrojo”(3, XXVII), “izando sus calambres tras una siembra triste/los ombligos de los hombres/abiertos y a cuchilla por los perros del Amo” (4, XLI). Por otra parte, el entramado metafórico debe sin duda mucho al lenguaje, tan violento como grandioso y sombrío, de los profetas del Antiguo Testamento: “Y que entonces caigan los más fieros de nosotros,/que el sueño de la hambruna quede para siempre repartido/y repatriado el descaro y desmembrada nuestra rabia/ y los hijos de la marcha (poderosos amamantados de la arena)”…(1,V). Un peu partout, en fin, creo que podrían rastrearse la pasión de denuncia y el aliento épico de Ernesto Cardenal, el cura sandinista y poeta cristiano revolucionario, citado explícitamente en 1,III. De hecho, el lenguaje cristiano y la retórica de la Teología de la Liberación impregnan todo el texto y vienen a suponer su basamento ideológico.
Se trata de un texto de vocación e intenciones épicas e hímnicas, y es fácil percibir en él ecos, en su atormentado imaginería surreal, del Neruda de Canto General pero también del de las Residencias: “mensajero de las lluvias, del arrozal tremendo, del agua abierta” –1, XIII—“Nadie alrededor que te diga el llanto/ en las credenciales/ tu cabeza y su ira de molusco antiguo/dan vueltas a la tarde con un asco sin uñas” –5, XLV—“ tierra genital de páramos tasados” ---2, XVII---; giros y distorsiones sintácticas que recuerdan a Vallejo: “Dime tú entonces mi niña de alcanfores di por un apenas rato sí el aliento/ muchedumbre que arrastra viento yo lo he visto le llamo/ enrique de sí estas llanuras/ primero fue el caer sobre los brazos”(1,XI), “que los insectos devorarían la tierra de no irme y las alfombras,/casi que, bien, en el miedo, herida/ sucedías al miedo en su pilar de cinturas” (2, XVII), “a usted lo voy a pisar la nostalgia/le voy a robar el rincón de vacaciones(…) / le a efectos de archivo/volcaré el espanto en las tardes de su niña pública (2, XV); y huellas incluso de Miguel Hernández : “vienen sembrando llagas y mimbres del rastrojo”(3, XXVII), “izando sus calambres tras una siembra triste/los ombligos de los hombres/abiertos y a cuchilla por los perros del Amo” (4, XLI). Por otra parte, el entramado metafórico debe sin duda mucho al lenguaje, tan violento como grandioso y sombrío, de los profetas del Antiguo Testamento: “Y que entonces caigan los más fieros de nosotros,/que el sueño de la hambruna quede para siempre repartido/y repatriado el descaro y desmembrada nuestra rabia/ y los hijos de la marcha (poderosos amamantados de la arena)”…(1,V). Un peu partout, en fin, creo que podrían rastrearse la pasión de denuncia y el aliento épico de Ernesto Cardenal, el cura sandinista y poeta cristiano revolucionario, citado explícitamente en 1,III. De hecho, el lenguaje cristiano y la retórica de la Teología de la Liberación impregnan todo el texto y vienen a suponer su basamento ideológico.
No desdeña Falcón ni la imagen de resonancia
y sabor vanguardistas: “Cuando ya no había lucha y los tigres / besaron el
paréntesis de las leyes económicas” (1,IV), ni a menudo la incoherencia lógica,
la mezcla de planos significativos distintos, yuxtaponiéndolos de modo abrupto,
o la inclusión de rampantes prosaísmos: “donde
nadie va a quererte/donde nada/ -allá donde se enferma y mata-/va a quererte en
el saqueo de la boca,la impaciencia de tus vulvas/por alzarte entera/ por
llamarte hermana/ por cansarte
siempre./Desde el último acuerdo firmado, las empresas químicas norteamericanas
cuyos vertidos industriales/ debían ser tratados con métodos costosos en la
propia región/” (2,XXII), todo ello, como se apuntó, con alegrías y
arbitrariedades tipográficas (de las que ya apunté que se abusa demasiado),como
la supresión en ocasiones de todo signo ortográfico, el trocear una palabra en
versos distintos o el desdibujamiento
del contorno convencional de las palabras de la tribu, con violencia (no sé si
saludable) para con la norma gramatical: “los que nunca fuimos/los que nunca
estaron/” (…) “nel costado, nela ira, nel bostezo de quien juega/” (…) “dime quién, qué o cuálo,/ que voy a incendiarle las
venas.”(2,XXVIII).
Con no poca frecuencia, felizmente, Falcón da con imágenes y comparaciones espléndidas, ya sea de raíz cristológico-franciscana: “Tengo el recuerdo de haber dormido contigo/ y dormido a cuclillas mis manos sobre el cáliz/ profundo de tus dedos devorándote el día. Contigo,/hermano negro, hermano niño, hermano polvo, contigo/ y acallado las sílabas de luna/del perdón,la rabia, la aceituna, el olor de la piedra”(1,VIII), ya –algunas, al menos- de posible inspiración bíblica:“Tan parecido a ti/ mi corazón es un látigo de pan cocido y cepa y agonía de valles descuidados”, “y apartó los labios del plumaje/ de la firme granada de la nuca”, “Como un músculo mordido,/ como un cuenco de salitre,/como espina/ sobre espina introducida entre los astros implacables” (1,II) ,“alzando ante los charcos lo más sucio de tu sangre”, “ la marcha, una flor de caballos y nervios larguísimos/ y en cuclillas os negaban el pan, el aguacero,el agrio vuelco de la sangre:/ la desnudez del mundo destensara vuestros rostros”(2,V), “mi corazón, un ciervo acuclillado en sus labios ” (2,XV); otras, en cambio -- “como tres puñales/ tres adelfas destrenzadas” (1,V)—hay que no parecen desmerecer, en su ceñida condensación y su fogonazo metafórico, de algunos haikus, y muchas más que podrían citarse. Y también pueden hallarse versos de impecable factura rítmica , como “desclavada del abismo que se hereda”, “por las cruces poderosas de los hombres de mi estirpe”,“Plantaremos nuestra tienda en mitad de los fusiles” (1,VIII), “se mezclan para siempre con el sueño ya imposible de los padres” (1,V), “Y la caña se abría como un ciervo al sol”, “mis uñas se calmaron en un perfil de espejos” (5, LIII).
El poema se abre con una apelación a un tú (“ Porque nada sé de ti / que no sea
el paso de los bueyes por el rostro”) femenino, que comparecerá en otras
secciones del poema y que parece remitir a la mujer explotada de los países
pobres, figura que condensa lo más humillado de entre los humillados y
ofendidos, de los condenados a la huida, a la vez niño muerto de hambre y
peregrino, que se metamorfoseará luego en mujer-niña vejada sexualmente (2,XV)
y mujer-obrera explotada laboralmente (2,XXII), atrapada por y escapada de la
miseria y testimonio vivo de dolor, en la que se vuelca toda la pasión y la
ternura del texto. Es ese testimonio de dolor, el del ahora y aquí de los
versos, el que viene a reproducir y
recapitular, ampliándolo, el de Cristo en la cruz: “por/ eso digo que nada es
tuyo y que dibuja/ mi palabra nevados por la sangre/ que la hambruna habría de
robarnos” y más adelante: “ bien-/ aventuradas estas manos es-/ tas clavículas
en paso incierto por las lomas/dolorosas de mi cuerpo blanco” (y en este último
verso acaso pueda oírse un eco del unamuniano Cristo de Velázquez). Es como si hablase así la voz misma del
crucificado: “Porque nada sé de ti/ ni el lugar donde te entierran látigo-de-barro,/que
la tierra es de los pobres, cer-/ vatillo de estaños tu mejilla y plática del
tigre”. La sección acaba con una alusión a Kropotkin y su Conquista del pan y una invitación (un grito cabría mejor decir) a
la identificación solidaria(deseo de correr la misma suerte, de ser uno) del que habla y a la que se habla:
“porque tú, parecida a ti/ nada eres sino cuerpo en horizonte/ y recodo de
ansia y bilis ansiosa de metal/ (ansia tú, toda prodigio/ hondo de la boca)”.
Sobre un fondo geológico y telúrico de minas
y metales, en una noche informe, remota y oscura, que es el único hogar de los
expoliados, con un tono violento e imprecatorio, se pinta (1,II) el inicio de
la marcha: “Aquella noche liquen de
los odios desatados,/ aquella noche sola no hubo ruidos/ ni pasos que avanzaran
desde arriba/ ni sueño destrenzado/ ni caricias de hulla y miedo:/ no hubo
ruido”. De la masa innúmera de los oprimidos destaca “un hombre”(el mismo
probablemente que aparece en 1,V—hombre-dios:Cristo-) que viene a ser aquí
todos ellos: “Se quitó entonces las sandalias/ y enjugó el sudor con el paño
entrometido:/ preservó el relámpago, dio los nombres”. Los últimos versos el
fragmento acaban con una invocación-advocación a las fuerzas genesíacas y
elementales ---otra vez las resonancias de Neruda: “Invocamos entonces a las
escampadas del bambú/(…)Invocamos/ los valles trepanados de Limbué(…)
Invocamos/ a los dioses de los padres, la tormenta, la luna larga(…) Enseñamos
a los niños el terror de las espumas”.
La sección 1,III está en su mayor parte
estructurada a la manera de una letanía, en que a la designación, a veces con alusión
metafórica, de una región o paraje del mundo pobre, del Sur (“Maltratada
aritmética de galenas, amazonia”) en un verso sigue otro con la leyenda avanza –o con leves variaciones avanzad, o avanzan—con nosotros, que casi inevitablemente remite al mariano Ora pro nobis. La selección del léxico
trae una vez más reminiscencias del mundo bíblico y evangélico: “la arena y la
sandalia, caminante”, “habremos de seguir y dejar la cruz”. Un sistema bien
trenzado de ecos, resonancias y repeticiones atraviesa todo el libro: así por
ejemplo, el final de la dedicatoria (este
libro azul de aortas) se repite con pocos cambios en las secciones V (“Que
mi libro de aortas os dispare”), X y XII de la primera parte; aquí, el final
del fragmento(“des-/peñados de Toubkal/ antracita y lianas de Adén, hijos/ y
varones de la rabia: avanzad/ tristísimos, conmigo, sucios de arrozales, con nosotros” había quedado prefigurado en 1,X: (“Raíles de
Eldoret, cementales:/ avanzad,/
tristísimos, con nosotros”).
Abunda la sección que sigue (la IV) en
herméticas imágenes de filiación surreal-vanguardista, que en este caso me
traen a la memoria los ángeles albertianos (“y sin embargo dudo de estos
pájaros de estas ciegas chimeneas de barrancos y pétalos en luz”, “Alrededor de
ti, el mar/ y los ángeles lunáticos del descanso sucio”). Aquí se intenta
fundir el canto al destinatario femenino, que hemos mencionado más arriba y que
aparece por primera vez, especie de
mujer-amor-dolor, garante de la fuerza moral del oprimido, promesa de su
redención y liberación y sujeto-objeto del amor (“tus ojos lástima-del cielo,/
bucles tus ojos, voz de los adioses/ cumbre/ de las despedidas tú, o tus ojos/
parecida tú a una canción oscura tras los arenales”) con alusiones a las
prisiones donde se tortura a los presos políticos marroquíes y citas literales
de Marx, funcionales sin duda al entramado lírico para decir lo que dice: que
la imposición del orden del capital mata a los niños en los vientres de las
madres: “ transformación del dinero en
capital/ y en tu vulva, amor, he visto un niño acribillado con clavículas
de bala”.
Mientras 1,V desarrolla y liga
metafóricamente, mediante la repetición sistemática de oraciones encabezadas
por el “si” condicional, motivos y figuras de la pasión y crucifixión de Cristo
con el destino de los oprimidos:“la ceniza corona los miembros amputados/ y
millones de agonías/” (…) “También ellos embarcaron”, la sección que sigue
poetiza el viaje a Belén y el nacimiento de Cristo que, en tanto que nacido
pobre entre los pobres, ha venido a clamar contra el mundo y es el libertador
de los desheredados: “niño cósmico de hambres, niño/daño de los ojos,
niño-revolución, as-/co de pesebre”. El pasaje acaba superponiendo la palabra
divina (“…Agua, Dios mío, más agua…”)
con menciones de horrores contemporáneos
(“800.000 obuses sobre Sarajevo”),de modo que cobre sentido la orden-deseo final
: “Que la Marcha/ arranque”. Tal
proclama se repite literalmente al
acabar el canto siguiente, donde se atiende, tras reafirmar al principio el
hecho del nacimiento del niño-hombre-dios (“Nacida
Nueva”) a una especie de comentario-ampliación de algunos textos bíblicos,
principalmente de Isaías (Quitad los
tropiezos de mi pueblo, Allanad la calzada, y la oposición espinos-ortigas/ ciprés-mirto, entre
otros) de manera que, una vez establecida la asimilación, sin duda pertinente en el espacio simbólico del poema,
nacimiento del cristianismo= semilla de redención para los oprimidos, se alce la
voz a una especie de promesa de
liberación en un futuro luminoso: “Pero el mirto creció/ en el vientre de todas
nuestras hembras/y estalló como una granada hendida/de gritos y rosales(…)” y
más adelante: “encorvando al poderoso/ y ensalzando el limo de lo humilde”, “Y
que nadie llore/ por Dios, ninguno calle los nombres de la espiga/ que con
dolores de parto y agua-lamento/ nació de esta risa de venas y pesebre (…)”.
Epifanía de liberación, larga marcha ya en proceso incierto e indefinido, son el recurrente
leiv motiv cuyo tono se prolonga en
las secc. VIII, en la que se lee el espléndido pasaje donde la carne y la
sangre del dios liberador se hace una con las tierras oprimidas: “ To-/mad y comed/ esta carne con venas/
de bueyes/ Tomad y morded/ esta
sangre/ de bueyes:/ mi sangre de América Latina/ las bandadas/ del salitre/
esta sangre de barros/ africana/ su yeso de bruma/ y el horror cansado de Asia
detenida”; X , que acentúa los rasgos de amanecer esperanzado sin obviar por
ello del todo las imágenes de desgracia u opresión (el pasaje sobre la niña
etíope, por ejemplo),explícitamente: “Y que el llanto acabe”, “Que no callen”,”Y
que nadie llore”; y XI , que aún de modo más claro (“A vosotros me uno”) fuerza
la identificación entre la voz que canta
y el testimonio de la resistencia a la barbarie: “allí donde se escucha el
exterminio/ allí donde tú vives y eres pánico de balas/ allí donde se teme y
llega el día con las últimas detenciones”. La sección IX, en fin, bastante
ampliada respecto a la que figuraba en la edición de Germanías como 2, VIII,
incluye una sarta de aposiciones y metáforas a partir de la palabra “abril”(¿reverberaciones acaso del “April is the cruellest month…” de Elliot? para tematizar una serie de
asesinatos de resistentes del Tercer Mundo o desaparecidos algún día de ese mes:
La sección XII es una serie numerada de proclamas y promesas---68 en total--- que parecen corresponder a a) la voz de Cristo desde la cruz (“Soy altura de perro”), b) voz de un yo poético en tanto que conciencia desdichada que habla a Cristo (“Que te bebiste la muerte sobre el árbol del madero”), c) voz-constatación, en tercera persona, de las opresiones y horrores contemporáneos (“Sacaron los esófagos extirparon las camisas de su dueño”) y d) voz-promesa de solidaridad (“Soy el primer hombre en llamarte hermano”). En la XIII, que cierra la primera parte del libro, tras repetir algunos motivos de la IX ( “Y que el llanto acabe”, “la niña etíope que destronchó sus manos” etc), se juega con la dialéctica nosotros/ellos en una tirada de versos, juego en el que acaso la distribución de papeles (buenos /malos) no está por fortuna demasiado maniqueamente clara : “en nosotros el pájaro corvado-en ellos la saliva la tijera/ en nosotros las babas de la hulla-en ellos el molusco”, o bien “en nosotros la pelagra-con nosotros Dios vencido/ y con ellos la locura de los dientes-sus eternos pinchadores de la estaca”.
La sección XII es una serie numerada de proclamas y promesas---68 en total--- que parecen corresponder a a) la voz de Cristo desde la cruz (“Soy altura de perro”), b) voz de un yo poético en tanto que conciencia desdichada que habla a Cristo (“Que te bebiste la muerte sobre el árbol del madero”), c) voz-constatación, en tercera persona, de las opresiones y horrores contemporáneos (“Sacaron los esófagos extirparon las camisas de su dueño”) y d) voz-promesa de solidaridad (“Soy el primer hombre en llamarte hermano”). En la XIII, que cierra la primera parte del libro, tras repetir algunos motivos de la IX ( “Y que el llanto acabe”, “la niña etíope que destronchó sus manos” etc), se juega con la dialéctica nosotros/ellos en una tirada de versos, juego en el que acaso la distribución de papeles (buenos /malos) no está por fortuna demasiado maniqueamente clara : “en nosotros el pájaro corvado-en ellos la saliva la tijera/ en nosotros las babas de la hulla-en ellos el molusco”, o bien “en nosotros la pelagra-con nosotros Dios vencido/ y con ellos la locura de los dientes-sus eternos pinchadores de la estaca”.
La segunda parte del poema (Los otros pobladores) es en gran medida
una repetición, ampliación y síntesis de motivos desarrollados en la primera, y
empieza centrándose en la oposición pobladores en marcha/ habitantes del mundo rico, entre la esperanza de
aquéllos y el miedo de éstos, que creen ver amenazados los fundamentos de su
poder y privilegios: “porque aquí no existe el miedo/ donde principia el llanto
no puede existir el miedo” (…), “Los otros, los pobladores, no dirán de nuestra
espera/ sacarán al gato del azul de sus vitrinas/encaramarán al gato en la
penumbra del niño/programarán su aullido, las gotadas de la noche junto al
miedo/ y ya no habrá ni juegos ni visitas”. El sujeto poético canta desde la
perspectiva de una humanidad doliente en peregrinación: la ininterrumpida
venida desde aquel mundo traerá a éste la verdad de la inocencia y el testimonio del dolor y
sacrificio, humanidad que vendrá con su fe: “Vendremos en nombre de un dios que
pasa frío” (2,XV) y su palabra: “La traeremos viva/ ensayada a mueca, sangre o
rabia en estallido” (id.). La sección siguiente integra en el andamiaje lírico
(mientras prosiguen la espera y el miedo) la denuncia de las tropelías de
las multinacionales y los ajustes auspiciados
por el FMI, y la XVII es una especie de interludio-homenaje a partir de un
verso de la poetisa rusa Anna Ajmátova (“ No,
no estaba bajo un cielo extraño…”). El canto 2, XVIII se me antoja uno de los
mejores del libro, por la sintaxis lenta, laberíntica y zigzagueante, cuajada
de anáforas, y lo conseguido y brillante de sus imágenes: (“ alacrán de flores:
mediodía”) y da paso al brevísimo y condensado fragmento siguiente, que
anticipa y prefigura el motivo que aparece en
2, XXVI, el de los 150.000.000 de niños muertos-resucitados, que “vienen
sembrando algas y hambres de rastrojo/con arpones infinitos en sus
bocas/danzan, viento nuclear, con los heridos y/ hierro de ondas-luz sobre el
refugio:da-/me un niño que se sepa cumbre/ y asco de pesebre, mi revolución del
día”.
La 2, XX, muy narrativa, está
íntegramente dedicada a contar la tortura y liquidación, a manos de la policía,
del salvadoreño Rosales López, y la 2, XXIV es la que más explícitamente funde
el dolor de los oprimidos con –aprovechando citas evangélicas—la pasión y
crucifixión de Cristo. Este tramo mezcla hábilmente varios planos
significativos (las palabras textuales de Cristo, la plegaria del creyente, los
testimonios de tortura y humillación): “Tu voluntad, y no la mía, salieron con
su cuerpo a la llanura/ repitieron los signos, las señales huidas del espanto/
y muchos dijeron que lo vieron” (…), “
Que no es su angustia/, que no es el héroe buscado ante el imperio/ que
rompieron su clavícula los ejércitos del amo”. Esta sección, en fin, remite al
momento de la redención ---cristológica—y revolución ----política-- (“Ya es el
tiempo…). Incluye una referencia más al símbolo-Cristo, proclamando la llegada
de los niños (“Ya han venido los
niños,/ los 150.000.000/ con sus cabelleras de risa…”) y la inminencia de una
vida y un nombre nuevos, a través de la unión de todas las voces del poema en un yo que es también el del
poeta, paradójicamente mencionado-anulado en al menos tres ocasiones en el
libro: “(…)
Fueron/ zarza de un dios con frío:/ rodando en la tristeza que vive entre las
rocas/por él me tambaleo y soy peligro, asco-de-un-cometa,/ por él
retrasaré/las bodas de los mirlos en las degollaciones”.(…) “yo os perduro/
geólogos del miedo, fósiles de almendra: doy un nombre nuevo.”
La tercera parte del libro ( Para los que aún viven, cantos XXVII a XXIX) se plantea como glosa y comentario de la, digamos, teoría del sobreviviente sobre la que se extiende Canetti en su Masa y Poder, de las ideas de M. Foucault en Estrategias de poder y del ensayo de Fernando Belo Lecture matérialiste de l´evangile de Marc. Se centra aún más en la ecuación Pasión- Muerte-Resurrección- Liberación e insiste, contra el pesimismo antropológico de aquél, en que el que sobrevive a los que han muerto (implícitamente, siempre víctimas) debe rebelarse y ser la memoria del mundo: “Para los que aún viven/son ciertos los caminos que avistan la protesta” (3, XXVII). Lástima que a partir de aquí las notas marginales se hagan más profusas, se acentúen los tonos prosaicos y el texto lírico se adelgace hasta casi amalgamarse con las citas literales sacadas de esos tres textos: el canto XXIX acaba con la transcripción del fragmento de Belo---repetido dos veces-- que principia “No es a partir de la muerte….y concluye “la cosecha de una insurrección” con la simple adición de dos versos: “cosecha y sombra extensa/ para los que aún viven”. Rasgos que se acentúan, si cabe, en las dos últimas secciones, por mucho que haya todavía algún fragmento memorable: “Tengo el recuerdo de haber dormido contigo/ en la parva del heno, cansados de la densa/ agitación de la llanura, los párpados quemados”(4, XXXVII).
Para acabar ya, volviendo a las notas--- y pensándolo mejor--- quizá tengan, por contraste lingüístico, un efecto benéfico, no sé si buscado, y es que acaso sirvan no ya sólo para liberar a la poesía del vaporoso limbo en que muchos creen que tiene su lugar, sino también para devolverle su función y su sentido. Pues si al fin y al cabo aquélla está para cantar el dolor y la pena del mundo, al mismo tiempo lo denuncia, revela la mentira, imperfección y falsedad de éste, en un decir que no puede ser al mismo tiempo asimismo más que un hacer.
La tercera parte del libro ( Para los que aún viven, cantos XXVII a XXIX) se plantea como glosa y comentario de la, digamos, teoría del sobreviviente sobre la que se extiende Canetti en su Masa y Poder, de las ideas de M. Foucault en Estrategias de poder y del ensayo de Fernando Belo Lecture matérialiste de l´evangile de Marc. Se centra aún más en la ecuación Pasión- Muerte-Resurrección- Liberación e insiste, contra el pesimismo antropológico de aquél, en que el que sobrevive a los que han muerto (implícitamente, siempre víctimas) debe rebelarse y ser la memoria del mundo: “Para los que aún viven/son ciertos los caminos que avistan la protesta” (3, XXVII). Lástima que a partir de aquí las notas marginales se hagan más profusas, se acentúen los tonos prosaicos y el texto lírico se adelgace hasta casi amalgamarse con las citas literales sacadas de esos tres textos: el canto XXIX acaba con la transcripción del fragmento de Belo---repetido dos veces-- que principia “No es a partir de la muerte….y concluye “la cosecha de una insurrección” con la simple adición de dos versos: “cosecha y sombra extensa/ para los que aún viven”. Rasgos que se acentúan, si cabe, en las dos últimas secciones, por mucho que haya todavía algún fragmento memorable: “Tengo el recuerdo de haber dormido contigo/ en la parva del heno, cansados de la densa/ agitación de la llanura, los párpados quemados”(4, XXXVII).
Para acabar ya, volviendo a las notas--- y pensándolo mejor--- quizá tengan, por contraste lingüístico, un efecto benéfico, no sé si buscado, y es que acaso sirvan no ya sólo para liberar a la poesía del vaporoso limbo en que muchos creen que tiene su lugar, sino también para devolverle su función y su sentido. Pues si al fin y al cabo aquélla está para cantar el dolor y la pena del mundo, al mismo tiempo lo denuncia, revela la mentira, imperfección y falsedad de éste, en un decir que no puede ser al mismo tiempo asimismo más que un hacer.
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