miércoles, 8 de octubre de 2014

UNA BROMA ALEMANA

                                              

Günter Grass. Partos mentales o los alemanes se extinguen. Madrid. Alfaguara. 1983.




      Imaginemos por un momento que en vez de mil y pico millones de chinos hubiera en el mundo esa misma cantidad de alemanes. ¿Podría el mundo soportar mil millones de alemanes? O mejor, otra posibilidad  --desde luego más verosímil, habida cuenta del bajísima tasa de natalidad de los germanos---, la de que los alemanes se extingan. ¿Qué ocurriría entonces? Quizá para solucionar el tan cacareado problema alemán lo que debería hacerse, como sugiere un ya no tan ingenuo y más desengañado Harm, uno de los personajes de estos Partos mentales, sería prohibirles que se reproduzcan y así provocar su desaparición. Sobre la falsilla de estas dos disparatas hipótesis, dignas de la más atrevida política ficción, se monta este librito, urdido con soberana ironía e incluso  un punto de crueldad y autopunición, que he leído con interés y delectación, pese a que las alusiones políticas a la situación alemana del momento (el texto está escrito en 1979-80) hayan perdido hoy ya casi todo su sentido (¿quién se acuerda ahora de Franz Josef Srauss?). Matizo: habrán perdido su sentido pero no la lucidez con que para la época se formularon: Grass no pudo prever la reunificación de su país --entonces no la podía prever nadie--- pero no se priva de soltar de vez en cuando lo bien que le venía a cada uno de los Estados alemanes la existencia del otro para autojustificarse y fabricarse un enemigo políticamente muy rentable.




         El relato, en el típico estilo frío, seco y analítico de Grass, con pocas concesiones a las descripciones externas y a las florituras digresivas,  resulta en verdad casi inclasificable por su heterogeneidad, pues participa por igual, no obstante su brevedad, del libro de viajes, del ensayo, la sátira y la crónica políticas, la autobiografía intelectual y aun de la evocación dramático-lírica (en la discontinua crónica de los últimos días del escritor Nicolás Born, enfermo terminal de cáncer y amigo íntimo que fuera en su juventud del narrador).




          Tal narrador, que no es sino el mismo Grass, que comparece con su nombre y sin ninguna máscara ni convención al uso, cuenta el viaje que con su mujer Ute y en compañía del cineasta Volker Schlöndorf  y la mujer de éste hacen a algunos países del extremo Oriente como China, la India, Singapur y Thailandia. Con  tal  texto digamos que como referente primario, y a modo de contrapunto, se cuenta también el periplo que a los mismos lugares hacen poco después, junto a un grupo de turistas típicamente alemanes, Harm y Dörte Peters, joven pareja de profesores de instituto con la cabeza llena de prejuicios y de cierto exceso de información estadística y sociológica. Como en el momento de iniciar el viaje la pareja está debatiéndose con la cuestión de tener un hijo o no (uno de los motivos recurrentes en el libro, con las hilarantes disputas y cambios de pareceres que sobre el asunto mantienen Harm y Dörte), los dos jóvenes van a hallar ocasión de comprobar in situ los terribles efectos de la explosión demográfica en Asia, y esto no dejará de complicarles las cosas, pues, tanto a causa de lo que han visto como por las constantes incursiones y comentarios del narrador  ---siempre desmitificadoras e irónicas y a menudo cínicas---acaban su viaje con más perplejidades e inseguridades ideológicas que las que traían al principio.




       Particularmente hilarantes  son los pasajes en que Grass ( que por otra parte se muestra políticamente muy incorrecto, toda vez que no vacila en juzgar con sinceridad y dureza algunos episodios de su pasado, llegando a decir que si hubiese nacido diez años después lo más probable es que se hubiera convertido en un nazi convencido ) imagina, si él fuese dictador, el paquete de medidas que pondría en marcha para solucionar los problemas cotidianos de los alemanes, como el energético (con cortes nocturnos de luz y calefacción y la reintroducción obligatoria del gorro de dormir para combatir el consiguiente frío, con lo cual a lo mejor repuntaba la natalidad), la orgía de planes de estudio y la obsesión nacional por la pedagogía y la educación (para lo que se propone la abolición de la escolaridad obligatoria) y la hipertrofia de la burocracia ( que se solucionaría con la supresión del funcionariado). Y también los consagrados a los rocambolescos malentendidos con los los funcionarios y autoridades chinas a que da lugar el embutido ahumado que Harm lleva como regalo a su amigo Uwe, residente desde hace años en Shanghái, que aquél tiene que llevarse de vuelta a Alemania al no haber podido encontrar a éste.

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