Acabo de curiosear un buen rato pasando los ojos por lo que han dicho y escrito algunos medios a propósito del asunto. Ya es suficiente. No quiero leer más. Con no poca tristeza, pero ningún desengaño, pues de algún modo todo esto ya se sabía ( sin ninguna petulancia: se sabe lo que van a decir los medios antes de verlo), voy a copiar aquí algunos versos como nueva recordación y homenaje al maestro, que me temo que nunca vamos a añorar lo suficiente. Pensé incluírlos en la entrada de ayer, al final, pero ya me parecía demasiado larga.
Se trata en primer lugar de dos poemas de mis 79 Sonetos (1995), luego de un poema escrito el´pasado viernes día 2 por la mañana, mientras hacíamos tiempo (oh por todos los Dioses, qué tremebunda expresión¡) en el tétrico tanatorio de Zamora y por las callejuelas y bares de los alrededores para acudir al cementerio a media tarde, y por último del memorable poema---uno de las docenas y docenas de soberbias piezas que alcanzó a componer, ésta, particularmente estremecedora dado el asunto---el núm 13 del Libro de Conjuros (1981), composición que Isabel Escudero leyó con encantadora emoción contenida, a pie de tumba, mientras se daba tierra al cuerpo de Agustín. Sic tibi terra levis.
I
Son de tres tonos tus camisas, tres,
---granate tierra, lila, verdemar---,
gesto y amago un poquitía al bies
y en la testa mil canas, no al azar.
Y esa mentura de un mundo al revés
es balumba que das en desmontar
ubicua, ay, necesaria y ancilar---
con cañamazo en que en su haz y su envés
va bordando con voz con hilo duro.
¡Manes de Don Antonio, de Aristarco¡
¿Razón y corazón del mismo lado?
¡Quién fuera solo voz, tan solo el marco
con que el baile bailar con pue cambiado:
compás oscuro, claro, y claro, oscuro.
******************
Esa voz....esa voz vuestra.....hay alguno
que es de verdad también como un destello
afirma de ella, un algo como un ello
de dónde nadie sabe ni ninguno,
lugar en que alma y cuerpo, de consuno,
juntos discurren a poner su sello,
a burlarse del culto y del estrello,
que en verdad hozan en redil perruno.
Y así, ¿quién ha de haber a ese guarismo
ciego, si algo hay en él de aquel, de aquella?
Algo hay quizá del eco indescifrable.
de la innú,era gente de la estrella
de todos y ninguno, que es lo mismo,
en la voz esa, ensalmo indeclinable....
pues que no hay Dios ni Ley que a contradanza
no podamos bailar, solo el asinto,
maestro, es decir NO al texto del mundo:
palabra, ni consejo ni esperanza.
II
A él, que vivió de siempre
contra el Señor
y contra él
levantara la palabra
---rosa de nadie---
con el dardo y el martillo
y el cincel,
en pos de algo de por donde
medioatisbarse se nos diera
un mundorenovado, sí,
pero al revés,
a él mismo nos lo ha matado,
de aquel Señor tan alto
la dura Ley;
sí, dicen por ahí que Dios
a él se nos lo ha llevado,
que a traición
segó su mies,
como igual nos llevará,
matándonos en vida,
el día que así lo quiera,
a todos nosotros
ay, también;
ah, pero eso es mentira
desde la firma hasta la cruz,
y desde el haz rugoso
hasta el envés:
la blanca idea del vulgo culto
que el Amo siembra
por doquier,
y hay así pues que cantarla
- --pues mentira es---
todos en corro
una vez por siempre
y otra vez;
sí, pues que has de ver
de qué modo aquella patraña
---fuero del Amo y su hiel----
era tan solo la falsa espuma,
la averiada loa
del entremés:
y pues que oye,
que no pues,
que no hay ningún Dios que pueda
---ni Dios ni Ley----
matarla jamás a la vida,
y ni Dios ni Ley
cuya música no se pueda acaso
a contradanza bailarla
o a contrapié,
y que todo lo que en torno
a ti ves
ni es todo cuanto, cerrado, hay
ni es lo que es;
y por todo eso
---así pues---
pus tu luz y tu estela ya irradian,
maestro tan sabio y tan bueno,
a cercén,
y tu voz ya resuena en tus barbas
y en tu saturniana sonrisa
y en tu piel,
y por encima de lo vacuo de toda
futuridad y de toda
estólida nombradía
y oropel,
viva lo que por mucho vivió
y ha vivido y aún vive
siempre en pie,
y sea lo que sea quien viva,
y en lo que será y ha sido,
sería o fuera
y era y es.
III
¿Cómo vas a quitarme de pronto
tantas cosas que me habías dado,
tantas joyitas baratas
que me ibas prendiendo al pelo,
a la piel, a los labios?
Aquel cinto de peces de plata,
la diadema aquella de los pájaros
--dime--y las sartas de rosas
que sueles colgarme al cuello
al tornar de los años,
y las manos que traen en cuenco
otra y otra grana de milgrano,
y los ojos amigos que cruzan
y sueños por la ventana,
y las nubes pasando,
¿vas un día a llevármelas, tantas?,
y el rumor de perlas en los vanos
de los oídos al alba,
y el zumbo de sangre al írseme
estirando los brazos,
tantas hebras de hilada costumbre,
tantos devaneos devanados,
ay, y recuerdos, recuerdos,
y cartas amarillentas
en el claro sobrado,
y sentir en los pulsos olitas
al bajar al río, y en los bancos
entretejerse los mismos
amores y no los mismos
corazones o labios,
y a todos mis días un día,
¿vas a convocarlos y pasmados
vas a decirles "teníais
un número, y era éste,
fin, ya está, y acabado"
y "es el último este momento?
¿Es el último? ¿Por qué? o ¿Cuándo?
Tantos que eran, y todos
¿no eran el mismo? Y ¿dónde
vas ahora a llevártelos?
¿Para quién me los quieres? ¿A quién
van a servirle? ¿Adónde vas a echarlos?
¿Vas a dejarme tan pobre
de tanta riqueza? Y eres
tú quien todo me ha dado.
¿Para qué me lo dabas? ¿Por qué
me hacías de tu sombra los regalos
de oro? ¿Por qué me engañabas
así? ¿Para qué querías
irme así enamorando?
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