martes, 6 de marzo de 2012

UNA FÁBULA SOBRE LA BONDAD

Hidalgo Bayal, Gonzalo. Paradoja del interventor. Barcelona. Tusquets. 2010.

Esta breve novela del escritor extremeño Hidalgo Bayal, primera de las suyas que he leído, me ha interesado y divertido tanto por lo insólito y original de su asunto como por la evidencia de la voluntad de estilo que la anima, visible en lo cuidadoso y bien meditado de su escritura. Un personaje innominado, hombre de apariencia y aspecto anodino, viaja en tren con destino a nunca se sabrá dónde ni para qué y en una estación intermedia se baja para tomar un café y llenar una botella de agua. Ha dejado todas sus pertenencias a bordo, se entretiene un poco más de lo necesario y pierde el tren. Desesperado, pregunta por el interventor pero nadie sabe darle razón de él. A partir de esta leve anécdota inicial, de ese momento en que las puertas del destino se abren a lo imprevisible y al que el autor apunta con una sugerente metáfora ( "Hay veces en que un mínimo instante supone una fractura total en la inmensidad del tiempo, un tajo limpio y vertical en la superficie marina y endeble de la eternidad", pág.13-14), el hombre será siempre para los demás "el interventor" y vivirá una neblinosa pesadilla de incomunicación y abandono que solo habrá de acabar al final en los abismos de la aniquilación y la insignificancia.

Dividido en 68 parágrafos o fragmentos sin titular y sin un solo punto y aparte,morosamente descriptivo, sin apenas diálogo y de ritmo muy lento en su progreso, el relato, por lo demás muy rico en elementos simbólicos (el mensaje en la botella de agua, el fuego purificador ), parece ser a la vez una fábula metafísica sobre la soledad y una meditación sobre la bondad natural, si es que tal cosa puede de veras concebirse y si constituye algo más que un mito roussoniano, y acierta a crear una atmósfera de alegoría kafkiana, de la primera a la última página ---incluso con referencias explícitas:"No era como el pistolero que pretendía saldar cuentas, ni como el detective que sigue la insidia de una huella delatora, ni siquiera como el agrimensor que pregunta por el camino del castillo", pág. 24---,tanto por el impotente conformismo del protagonista como por la opacidad e hiriente arbitrariedad de los poderes que lo tiranizan.

Una serie de personajes, casi todos de la familia moral del principal, algo ridículos por la obsesión o manía que los caracteriza o del todo insignificantes por la aplastante resignación e inanidad de sus vidas, acompañan al interventor, como comparsas o contrafiguras, en esta fábula: el muchacho de la taberna, hosco y metomentodo, fijado al recuerdo del río donde lo llevaba a bañarse de niño su madre y herido por el temprano abandono de ésta, que sueña compulsivamente con conocer el Mississipi en un intento patético por recuperarl; los gemelos, afilador y guardagujas, a quienes una lesión genética hace quedarse sordos, como a todos sus ancestros varones, justo el día en que cumplen los 49 años; el viejo, cariñoso y locuaz vendedor de barquillos, que se toma su humilde oficio con la prosopopeya de un sacerdocio vocacional; el pobre diablo, bebedor de vino barato en su ronda diaria por las tabernas, que se cree Cristo reencarnado y cuyo discurso es un empedrado de citas evangélicas contrahechas; el trapero que aprendió en la mili el arte de pelar la fruta con cuchillo y tenedor, que hizo una demostración de tal habilidad en una ocasión ante la mujer del comandante, a la que secretamente deseaba y al que, para rememorar, muchos años después, su momento de gloria, no se le ocurre otra cosa que obligar de vez en cuando a una muchacha mendiga a oficiar como figurante muda mientras él hace el numerito de la fruta; la joven prostituta prematuramente envejecida y cada vez más degradada, a la que se presenta en términos tiernamente elegíacos; la pandilla de vándalos y macarras juveniles que arruinan con sus ruidos y voces el mísero sueño del interventor cuando pernocta en un coche abandonado, y algunos más.

Hay algo, en la coloración moral del adjetivo, en la disposición misma de la descripción, que recuerdan un tanto el mundo del Alfanhui de Ferlosio (así en el pasaje sobre los pájaros y la libertad, págs. 37-38, o más claramente aún en la digresión de las 42-45 acerca del tiempo como puro acontecer en el ahora y liberado por eso mismo de la tiranía del futuro) y algo del mundo de Benet en otros sitios, sea porque se juega con el motivo, tan caro al escritor madrileño, de la desdicha y la ruina como único destino ( en el pasaje de la pág. 64 que empieza "Así como un tronco seco a la vera de un camino se pudre indefinidamente y es morada de parásitos...") o sea por el recurso a parecidos arabescos sintácticos y a acumulación de subordinadas( en el de las 109-110 acerca de los efectos corrosivos de los bulos y las habladurías que principia "Tal vez fuera por entonces o desde luego no mucho más adelante....")

Llega a cargar un poco, en fin, en esta prosa, diríase que demasiado preciosista o un tanto forzadamente literaria, la sobreabundancia de adjetivos, aunque a veces dé con alguno inesperado ("un paredón expresionista", pág.18, "una condena siniestra, temporal, ferroviaria", pág. 19), a menudo insertos en series de cuatro o cinco sinónimos contextuales :" desaseado, desastrado, sucio, maloliente", pág. 101, "magullado, oscuro, herido, sucio y hambriento ",pág. 124) y cierto abuso de recurrencias y paralelismos (como en 149-150) y esto es me parece casi lo único que podría decirse en contra de esta novela por lo demás tan llena de hallazgos, excelencias verbales y felices metáforas ( "como si minuciosos alfileres hubieran grabado sobre él un imaginario periplo de anatomía en acerico"--pág.31---, " una voz sobria y gastada, con posos de herrrumbre en las vocales ---pág. 136--- )





1 comentario:

  1. Lo apadrinó Ferlosio y lo recomiendas tú, de modo que habrá que leerlo. La cita del agrimensor me hace pensar si no será Bayal una tercera pata extremeña -pata negra- entre Ferlosio y Kafka.

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