domingo, 8 de febrero de 2015

TÍTERES CON CABEZA

Portadas del libro El cura y los mandarines




Gregorio Morán. El cura y los mandarines. Historia no oficial del bosque de los letrados. Cultura y política en España 1962-1996. Madrid. Akal. 2014.


            Hay que agradecer a ese francotirador que es Gregorio Morán el que, al igual que ocurriera con sus El maestro en el erial  o con Miseria y grandeza del Partido Comunista de España, donde puso en tela de juicio algunos de los tópicos más por lo común admitidos sobre, respectivamente, Ortega y la militancia comunista bajo la Dictadura, con este desigual y extenso libro (800 páginas de texto más las otras 30 que albergan el copiosísimo índice onomástico, que me atrevo a suponer que son las que algunos lectores se hayan apresurado antes de nada  a consultar)  nos haya ayudado ahora a comprender, quizá  bastante mejor de lo que lo pudiera hacer un ensayo de factura más académica, las relaciones, por lo habitual perversas o non sanctas, entre el aparato de poder y el estamento intelectual en la España de las últimas décadas. Libro que, sobre exitoso ---va por la tercera edición en menos de dos meses, pues que además ha sabido encontrar el autor un título y subtítulo con el suficiente arrastre mediático, por mucho que reconozca haberlos tomado  del de una novela china del XVIII, de un llamado Wu Jingzi, y del célebre ensayo de Simone de Beauvoir ---no ha de poder menos también que, et pour cause, levantar muchas ronchas y herir algunas sensibilidades, como se suele decir de las  imágenes escabrosas y de la pornografía. No ha hecho más que  añadir morbo al asunto la circunstancia de que Planeta rompiera el precontrato de edición cuando el autor se negó, en un gesto que ni que decir tiene que le honra, a retirar las últimas 11 páginas del libro, según exigía la editorial al pensar que lo que en ellas se decía podría perjudicar sus relaciones económicas con la RAE.



            Califiqué antes el texto de desigual, pero se hace de todo punto recomendable. Aunque esté escrito con mucha mala baba y quizá por ello caiga de vez en cuando en cierta frívola  cotillería  y en más de un desmesurado  ataque ad hominem (los aficionados al anecdotario más o menos vitriólico hallarán aquí un fructífero vivero, y algunas de las citas que Morán trae a cuento, salidas de la boca o de la pluma de ciertos personajes, van de lo canallesco a  lo alucinante),  amén de que, en otro orden de cosas, a veces se olvide de los pronombres y del pertinente régimen preposicional --- (...) ahí todos coinciden, más o menos, en ese recordatorio cruel de la Guerra Civil que solo el franquismo se niega a pasar página, p. 221;  (....) el Opus triunfará creando su propia universidad en Navarra a partir de 1960, en dos etapas que ahora no merece la pena detenerse, p. 317; (...) ni los secretarios generales de los partidos dudarían en lo acertadas de estas palabras, igual que en su inanidad, p. 560---, no es menos  cierto que  maneja con criterio, habilidad y nervio narrativo una ingente información que acierta a ilustrar la tesis de fondo del ensayo, la de cómo una parte de la clase intelectual que había hecho carrera bajo el franquismo se convirtió en liberal al acercarse la Transición y cómo otra, que había hecho gala del más desaforado radicalismo gauchiste en el tardofranquismo, se mudó a un cómodo mandarinato bien instalado en las instituciones y las estructuras de poder, sobre todo a partir del triunfo electoral de los socialistas. En este sentido el libro  no va a dejar indiferente a nadie y se entiende que  resulte demoledor, en lo que atañe a ciertas carreras y prestigios, al revelar aspectos del pasado oculto o interesadamente olvidado de numerosos personajes, desde oscuros jefecillos y prominentes jerarcas del régimen hasta franquistas arrepentidos y brillantes intelectuales de la oposición. No hay operación política de camarilla, fundación de revista de importancia , campaña de propaganda oficial o cenáculo conspirador que Morán no demuestre conocer a fondo, tanto en las alcantarillas del franquismo como en la oposición democrática. Por aquí desfilan, es claro que cada uno con su radio de influencia  e interés, desde Arias Salgado, Robles Piquer o Fernández de la Mora hasta Laín Entralgo, Aranguren, Ridruejo, Cela, Juan Benet, Javier Pradera y un larguísimo etcétera.


             Morán se sitúa en el año 1962, el del contubernio de Múnich, las huelgas mineras de Asturias, la ejecución de Grimau y la llegada al poder de los Fraga, López Bravo et alii, por considerarlo significativo tanto de un cambio de tendencia u orientación en la evolución del Régimen como de un giro tímidamente modernizador y revitalizante, dentro de lo que cabía entonces, en el erial cultural del dilatado periodo franquista. Y a partir de ahí considera, para atrás y sobre todo para adelante, tanto las estrategias, movimientos y campañas de propaganda del franquismo como, tal en un orquestado baile de figurantes, la trayectoria de una variadísima gama de  políticos y escritores,  en la que coloca como hilo conductor y maestro de ceremonias a la figura de Jesús Aguirre, el cura, el que siempre, hasta su oscurecimiento final, sabría estar en el momento justo y en la ocasión adecuada, camaleónico e inefable personaje elevado aquí a la categoría de metáfora por antonomasia de mandarín, cuya vida y milagros se reconstruyen pormenorizadamente nada menos que en cinco calas ---una en cada parte de las cinco en que se divide el libro--- y con el que, como digo,  vienen a confluir o interconectar las peripecias de muchos de aquellos.

              Algunos de los 34 capítulos del libro destacan por su agudeza, profundidad de análisis y ecuanimidad. Así por ejemplo La intensa brevedad de Luis Martín Santos, pp.165-199, donde se reconstruye la brillante y exitosa, aunque cortada en plena madurez, trayectoria vital del escritor y la importancia que para la narrativa española tuvo Tiempo de silencio, mucho mayor a juicio de Morán que la que pudo tener la obra anterior de Cela, que se aborda, lo mismo que su peculiar personaje, en pp. 329-353, o la posterior de Benet , pp. 749-760. En Max Aub. Una anomalía pp. 427-455, al hilo de las circunstancias de la redacción de La gallina ciega y del cruel desengaño que le provocó su estancia en España en 1969, se rinde homenaje al gran escritor del exilio, poco leído y peor comprendido, cuya altura literaria e integridad moral son convenientemente resaltadas. Parecida justicia y reparación se lleva a cabo  en  La doble derrota de Manuel Sacristán, pp. 679-709, en que se argumenta convincentemente acerca de la altura de la obra, la honradez intelectual y la atormentada vida del filósofo barcelonés, sin duda el más grande pensador marxista español y uno de los grandes perdedores y olvidados de la cultura española reciente. En El País como parodia del intelectual colectivo pp. 541-585 cuestiona Morán, con bastante razón y considerando las luchas internas en el periódico y el tipo de vinculación con el poder político del momento, el mito de este diario como continuador de la tradición liberal de preguerra, habida cuenta sobre todo de su temprana y muy interesada canonización de la Transición y su no menos interesado olvido  del Régimen del 18 de julio.

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