sábado, 26 de marzo de 2011

NOTAS DE LECTURA



Juaristi, Jon. Diario de un poeta recién cansado. Pamplona. Pamiela.1985
Juaristi, Jon. Suma de varia intención. Pamplona. Pamiela. 1987.
Juaristi, Jon. Arte de marear. Madrid. Hiperión. 1988.
Juaristi, Jon. Los paisajes domésticos. Sevilla. Renaciemiento 1992.
Juaristi, Jon. Tiempo desapacible. Granada, Comares. 1996.


Lo primero que debo decir a propósito de la relectura de estos libros de versos (no tengo ahora a mano los dos o tres últimos de su autor) es lo mejor que podría decirse de cualquier libro (de poesía o de cualquier otra cosa) y es que ayuda, siquiera sea un poco, a vivir, esto es, a espantar o sobrellevar mejor un rato de tristeza o de angustia, de abandono o de depresión, y esto me parece que lo cumplen a la perfección los poemarios a los que me refiero.
A estas alturas, lo que uno más aprecia en la poesía (además, claro está, de la habilidad o pericia técnica con que esté urdida) es que pueda encontrar en ella una fantasía, un bucle emocional o un figura psíquica donde de algún modo pueda reconocerse, una suerte de espejo en que yo como lector me proyecte o refleje, aun a sabiendas de que se trata de una mentira, quiero decir, de que se sabe que la poesía es, como todos, un género de ficción y que el personaje que habla en el verso constituye o finge una voz, un fantasma que en absoluto tiene por qué coincidir --de hecho casi nunca coincide-- con la persona real del poeta.
Escribe Juaristi un español urbano y culto, lleno de referencias literarias, aunque no elude en ocasiones el giro castizo, la fraseología popular e incluso el refranero, algo a lo que me referiré más adelante.

Algunos críticos que se han ocupado de la poesía española de las ultimas décadas (así García Posada y otros) han calificado de civil la de Juaristi, marbete que tampoco significa mucho aun cuando, como probablemente ocurra, se haya puesto en circulación pensando en aquellas zonas de su poesía que al menos en apariencia se refieren a las circunstancias políticas del País Vasco. Otros lo han incluído en esa especie de cajón de sastre de poesía de la experiencia, pero esto de la experiencia es denominación demasiado vaga y equívoca porque por una parte parece referirse a la experiencia cotidiana, a los banales acontecimientos de cada día, y eso evidentemente no es necesario para escribir poesía, y por otro puede referirse también a la experiencia del oficio, de la capacidad técnica --que ya es otra cosa-- o a la experiencia de la edad, que se supone que solo se adquiere con los años vividos pero que tampoco --en esta tercera acepción-- tiene por qué desembocar necesariamente en una visión desencantada y melancólica del mundo, aunque así puede que ocurra en gran parte en esta poesía.
La lírica de Juaristi me gusta, incluso la de tonos más admonitorios, sobre todo, porque ha sabido crear un personaje en sus versos que desde luego vive una vida moral y en el que no me resulta difícil proyectarme, en el sentido que apuntaba más arriba. Y ese personaje fabricado comparece en muy variados registros sentimentales, que van del cinismo descarnado ( véase por ejemplo Agradecidas señas, el poema que abre Tiempo desapacible ) a la melancolía y al irrefrenable sumidero de la nostalgia que trasudan composiciones --ambas del mismo libro-- como la hermosa rememoración de la infancia con la figura de la madre en MCMLIV o la estupenda evocación elegíaca de Il compagno, sobre Pavese y su suicidio, para no hablar de la fiereza (que acaso no sea sino la otra cara de la ternura) de los poemas dedicados a Bilbao --que él moteja felizmente como Vinogrado- y el desopilante humor de los consagrados a ilustrar aspectos de las fantasías ideológicas u obsesiones del nacionalismo vasco, así por ejemplo la larga Epístola a los vascones, de Arte de marear, que sería una silva a la manera castellana clásica si no fuera por algún alejandrino o algún verso sin rimar.
Me gusta también porque, lejos de todo experimentalismo -- que a menudo queda en vaporosos sinsentidos o en una logomaquia ininteligible-- se atiene a la competencia versificatoria, esto es, que sabe urdir, por ejemplo, buenos endecasílabos o alejandrinos o sonetos o cuartetas heptasilábicas y que parte siempre del control racional del poema, de su valor lingüístico como caso especial de lenguaje o, si se quiere, apartamiento de la norma y, por tanto, entre otras cosas, de la selección medianamente rigurosa del léxico. Sería medianamente legítimo, así pues, calificarse a esta poesía de realista o de base realista, teniendo en cuenta desde luego la falta de un adjetivo mejor o menos inepto.
Me da la impresión de que Juaristi, en fin, suple en su producción los posibles fallos de la imaginación --reconocidos por él mismo--- con un espléndido ingenio verbal, y por eso pienso que cabría aplicar a muchos de estos versos el dictamen de Auden de discurso memorable ("Good poetry is memorable speech"). Por lo demás, si es cierto que la poesía es incapaz de rescatar, en cualquier sujeto, el resplandor o el deslumbramiento de un instante o un día del pasado ya devastado por el correr del tiempo o por las falsificaciones de la memoria, sí puede en cambio, en el espacio de ficción del poema, inventar experiencias análogas refiriéndolas a un personaje impostado con el que tanto el poeta como el lector podrían tener vagamente algo que ver.
Maneja con igual maestría este escritor lo mismo los encabalgamientos y rimas internas, de las que creo no obstante que abusa un poco, que toda toda la demás panoplia de figuras retóricas ( y podrían citarse docenas de ejemplos a este respecto), desde la paronomasia: "Nuestro maestro en estro, Jaume el Conqueridor" , En torno al casticismo, de Arte de marear", "Esta tierra feroz, feraz en curas", Patria mía, de Suma de varia intención, a la rima interna "Siempre lo dije y fui --creo--sincero", Il miglior fabbro, también de Suma ...hasta la metáfora más o menos insólita. Pero donde me parece más feliz y afortunado es en la ruptura o contrafactura de una frase hecha o de un refrán, con la consiguiente quiebra de las expectativas del lector ("No es cierto que por mucho madrugar/ amanezca el huerto en el secano", Intento formular mi experiencia de la poesía civil, de Los paisajes domésticos) y en la cita contrahecha o el guiño culturalista (ya desde el mismo título de algunos libros y poemas), y así podrían espigarse numerosas alusiones en estos versos, más o menos enmascaradas, a no pocos poetas, desde Garcilaso a Miguel Hernández, de Gabriel Aresti a Antonio Machado, de Blas de Otero a Eliott. No es menos típico de este escritor el llamado final anticlimático del poema, expresión que creo recordar que se empezó a usar por Dámaso Alonso a propósito de Manuel Machado, consistente en descargar la tensión dramática que se supone en una dicción noble o elevada cerrando la composición con un giro de humor inesperado : "Y en las contadas horas en que con otros cuerpos/desisto de mí mismo /un poco de erotismo", Material de derribo, de Diario...
Y hablando de humor, last but not least, de lo más encomiable resulta el sentido que de tal cosa tiene Juaristi , y que informa no pocas de sus composiciones. Un par de muestras: el soneto en versos blancos Elegía del Pazo de Meirás y no me volverás, de Suma ... en el que se las ingenia para mezclar la referencia malévola a los reyes españoles ( "Lo que la brisa se llevó sin prisa/ dinastías de bourbons y Parmas") con el fundador del Opus Dei, el fin del franquismo, el régimen de Primo de Rivera y la alusión a una célebre actriz del cine clásico, todo ello sobre el cañamazo de la letra del Cara al sol , y del ya citado poema En torno al casticismo:" Aunque Rodrigo Díaz el de Vivar debía/fablar un castellano más recio que una aldaba./Oíanlo los moros al pie de la alcazaba/ y no les alcanzaba al cuerpo la chilaba." Pues eso.




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