jueves, 14 de abril de 2016

DEL ETERNO FEMENINO (KAFKIANO)

portada de 'Los amores de Franz Kafka'



Nahúm N. Glatzer. Los amores de Franz Kafka. Barcelona. Ediciones del subsuelo. 2015.


         Pretende este ensayo del profesor Glatzer, que fue, como tantos otros, un judío centroeuropeo emigrado a los USA a raíz de la eclosión del nazismo y que acabaría haciendo carrera académica en el stablishment universitario norteamericano, una interpretación del modo en que Kafka se enfrentó en su vida a eso que desde Goethe y sobre todo en el mundo germánico viene llamándose  Ewigbleiche, o sea, el eterno femenino. Se trata de una  imagen  que, como se sabe, aparece en el Fausto y que pretende iluminar el por muchos llamado ---pero siempre presunto--misterio  de la mujer, imagen que a mí siempre me ha parecido tan vaporosa como inasible.


         Hay que decir que el librito, aunque intelectualmente muy honrado y bien estructurado, parece tomar demasiado al pie de la letra muchas de las confesiones que Kafka vierte en sus diarios y correspondencia amorosa y que el autor cita profusamente. De muy amable ---y a veces deliciosa-- lectura, no he podido sin embargo evitar cierta incomodidad al final porque me ha dado la impresión de que se transmite una idea falsa en lo esencial de la sensibilidad kafkiana en este terreno. La tesis de fondo de Glatzer no es otra sino que el escritor siempre mantuvo una visión " negativa y pesimista" acerca de las mujeres, perpetuamente oscilante entre el miedo que le provocaban y la secreta e insufrible fascinación que en él suscitaban, y que, en definitiva, "sus sentimientos de culpa estaban ligados a sus fracasos como amante" (pág.20).

        Pero me temo que el asunto es más complejo. Kafka fue sin duda compulsivamente enamoradizo, pero no tan puritano ni ingenuo como Glatzer parece creer: tuvo, según la mayor parte de sus biógrafos y tal como se consigna alguna vez en sus diarios,bastantes contactos con prostitutas, y en una carta a Alexander Schocken, fechada en abril de 1940 (y que el mismo Glatzer cita en pág.62)  una de sus amantes, Grete Bloch, reveló que era madre de un hijo concebido de Kafka en 1914. El de Praga fue hombre mucho más racional y pragmático, mucho menos fantasioso de lo que toda una tradición interpretativa ha supuesto. Escritor de genio que alcanzó a urdir una breve pero admirable obra que constituye una densa, multiforme y sostenida metáfora del Poder, tuvo siempre, como suele decirse, los pies bien asentados en la tierra. No hay que olvidar que su formación fue esencialmente jurídica y que se ganó la vida en una prestigiosa empresa que hoy llamaríamos multinacional ---y se tomaba su trabajo muy en serio--- redactando informes, tan puntillosos como técnicos, sobre seguros y accidentes de trabajo

         En extremo consciente de la tiranía de las convenciones sociales y de lo que suponía la institución matrimonial para el mundo de la burguesía centroeuropea, no me cabe duda de que intuía que, dado lo peculiar de su contextura anímica, para él el matrimonio significaría la ruina y el abandono de su vocación de escritor. Y fue eso y no otro tipo de consideraciones lo que lo llevó a evitarlo. En un lugar de sus Diarios ---pero ahora no tengo la cita literal porque soy incapaz de localizar el ejemplar en mi biblioteca--- llega a equiparar el matrimonio con el suicidio, y ya solo esto permite afirmar que Kafka no fue ningún pobre hombre en sus tratos con el mundo de las mujeres y que desde luego no se sintió nunca víctima de nadie ni de nada, salvo quizá, un poco como todos, de sus propias obsesiones y anhelos. Y en este sentido me parece que, en suma,  Kafka vino a representar un ejemplo bastante verosímil , acaso probado un poco por exageración ---y al contrario de lo que el amable ensayito del profesor Glatzer pretende demostrar--- de esta tan a menudo nuestra mísera condición masculina.

       

1 comentario:

  1. Miseria hominis.

    Sigue siendo un placer pasar por aquí.
    Un fuerte abrazo.

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